48. Sí, Ivanna adora a los niños

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Dedicado a Naomi_Gonzalez_ ¡Gracias por siempre dejar comentarios!

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48. Sí, Ivanna adora a los niños

Sam acepta con una mueca el sobre que le entrega Ivanna. Ella ocupó la hora del desayuno para redactar el borrador del contrato.

—Ya lo revisó mi abogada, tú... haz lo mismo; subraya lo que no te convenza, deja comentarios —mira a Max—. Los dos platíquenlo.

Max hace un gesto de indiferencia con su mano; lleva puestos lentes oscuros, tiene un chicle en la boca y constantemente lleva una mano a su cabeza. Tiene resaca.

—Te lo enviaré de regreso en cuanto lo tenga —promete Sam e Ivanna, conforme, pasa de él para ir por el Maserati. El coche pasó la noche en Ta-Tacontento.

Yo termino de sacar nuestras cosas del taxi y me acerco a saludar a Sam.

—Perdón por haberlos engañado.

—Ella me convenció de que el trato es bueno —me asegura él—. Además, esa no es la parte que más nos interesa de ti.

Y me muestro agradecido por ello.

—Sabré sacar provecho a sus consejos —les prometo—. Aunque no sea suficiente —desde mi lugar miro a Ivanna revisar que todo esté bien con el Maserati—. Con ella nunca es suficiente. Supongo que es demasiada buena para mí —Me pongo nervioso al hablar. «Abrir» mi corazón es más fácil con alcohol encima—. El señor concesionaria, por el contrario, tiene dinero... —sigo.

—Para ahí —me detiene Sam—. Desde anoche me quedó claro cuál es el problema.

—¿Qué no soy dueño de una concesionaria? —dudo.

—No. Que tienes a esa persona en un pedestal como en realidad solo es eso: una persona —Él señala a Ivanna.

—Y una mala persona —dice Max.

—La volviste inalcanzable... venerable —continua Sam—, ¡una diosa!... mientras tú eres un simple mortal.

—Es que ella es... —rasco mi cabeza, inquieto. No terminas de conocer a Ivanna en una noche.

—Es Hermosa. Físicamente es hermosa. Lo sé. ¡Lo veo!

—Y no solo por eso impone —miro de él a ella con miedo—. Hace valer su opinión...

—«Impone». «Hace valer su opinión» —repite Sam, alzando sus brazos—. Entonces el valor se lo da ella misma mientras tú, querido amigo, te menosprecias. ¿Lo ves? Por eso va un paso adelante.

»Bájala del pedestal. Y con eso no digo que la hagas sentir menos; ¡no! Solo los cobardes derrumban a quien no pueden superar. Nada más deja de mirarla hacia arriba. No te pongas de tapete.

—Sí, por favor —Está de acuerdo Max.

—Ya no busques su aprobación. No le des tanto poder sobre ti.

—Ella... —De nuevo miro a Ivanna.

Ella es lo que tú decidiste que es. Ya no la idealices. No temas no poder conquistarla —Sam deja salir un suspiro—. Las personas no se conquistan, no son territorios; tú solo das a elegir. Ofreces lo que tienes y el otro lo toma o lo deja. No es tan complicado.

—Ni tan sencillo.

Porque solo en teoría no es complicado.

—No se trata de ser lo que el otro quiere —continua Sam como si se hablara a si mismo—, sino de que el otro quiera lo que eres. Yo ya lo entendí. No cambiaría por nada del mundo lo que tengo hoy, pero me hubiera gustado que alguien me lo dijera cuando estuve en tu lugar.

El asistente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora