17. El misterio

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Azazziel tenía los brazos cruzados sobre el pecho y estaba arrimado a la sombra de un árbol, como si la misma noche no le proporcionara suficiente oscuridad. Cambió su expresión a una mucho más severa cuando su vista osciló entre los demonios que me acompañaban. Mis latidos aumentaron su ritmo, en respuesta a los nervios que me atacaron.

No comprendí mi reacción. Debía estar molesta a causa de que mi presentimiento no me advirtió de su presencia, o porque ni Khaius ni Akhliss lo hicieron. Debía estar furiosa porque no respetó su palabra y regresó de forma imprudente, interfiriendo en un momento que no era para nada desagradable. Pero en vez de eso, estaba más allá de lo inquieta. A mis costados, la pareja de demonios parecía encontrarse igual de alterados que yo.

Tal vez, incluso más.

—Busquen qué hacer —les ordenó Azazziel con un movimiento de cabeza tosco, sin siquiera saludarlos o realizar algún gesto afable. En seguida, dirigió la mirada hacia mí sin el menor atisbo de emoción—. La quiero para mí ahora.

Por alguna razón, mi estómago se apretó.

Akhliss fue la primera en ponerse de pie. La miré con el pánico escrito en mi rostro, pero ella me guiñó un ojo y me dio unos golpecitos en la espalda.

—Nos veremos otro día —me dijo en un murmullo, y luego una sonrisa llena de picardía se extendió en su rostro antes de acercarse y susurrarme al oído—: Suerte, la necesitarás.

Tragué saliva.

Se dirigió directamente hacia Azazziel y elevó una mano para tocar el brazo de él con suavidad. No pude evitar fruncir el ceño.

—¿Ya no estás molesto? —le preguntó ella con alegría.

Lejos de expresar cualquier ademán afectuoso, Azazziel se limitó a mirarla fijamente sin alterar su semblante severo.

—Largo —murmuró con voz ronca. Me sorprendí ante su frialdad con ella. Me pregunté si es que estaban peleados o algo así.

Atisbé que ella esbozó una ligera sonrisa y se acomodó el cabello, haciéndole caso omiso, antes de comenzar a alejarse tranquilamente.

Me sobresalté cuando me percaté de que Khaius se había puesto de pie y ya estaba avanzando. Giró la cabeza para mirarme sobre el hombro y dedicarme una pequeña sonrisa. Yo le devolví al gesto de forma nerviosa.

Los dos demonios se miraron por un instante. Únicamente le veía la espalda a Khaius, pero Azazziel mantuvo una expresión que no pude identificar.

—Hablaré contigo luego —le dijo con la voz más enronquecida de lo normal. Por un segundo, me pareció que lo estaba reprendiendo por algo—. Se suponía que tenías que cuidarla, no hacerte su amigo.

Los hombros de Khaius parecieron tensarse. Sin responderle, imitó a Akhliss, que lo estaba esperando varios metros más lejos. Me quedé ligeramente más tranquila cuando los vi empezar a caminar juntos...

... Hasta que le devolví la mirada a Azazziel.

La alarma me invadió de golpe. Sin embargo, su semblante inflexible se relajó visiblemente en cuanto consideró —sin siquiera voltear— que se habían distanciado lo suficiente.

Abrí la boca para decir algo, pero mi mente se había quedado en blanco. Una sonrisa perversa elevó las comisuras de sus labios.

—¿Qué te pasó, Lynn? —inquirió con aire burlón—. ¿Acaso te has quedado sin palabras?

Apreté los labios y los puños al mismo tiempo. Necesitaba aquel fervor que me otorgaba la ira para poder responderle, pero no conseguía hallarlo. El aturdimiento había consumido cada parte de mí.

PenumbraWhere stories live. Discover now