24. La elección

8.5K 738 351
                                    

No lo lograba. Por más que trataba, no podía recordarlo.

Cerré los ojos con fuerza y me masajeé las sienes, tratando de indagar con más detalle en ese recuerdo que vino a mi mente, justo después de que Naamáh casi me fracturara el jodido cráneo. Sin embargo, no conseguía hacerlo. No conseguía recordar nada más que esa extraña fracción de recuerdo que vislumbré en aquel breve lapso de inconciencia.

Aun no podía reconocer la identidad de ese misterioso individuo, ni sus facciones, ni nada en él que se me hiciera familiar. Estaba segura de que no sabía quién era, y tampoco ningún otro recuerdo de mi niñez me ayudaba a averiguarlo. No tenía la menor idea de quién se trataba el extraño hombre que tenía los ojos del mismo color que yo. Y lo peor, era que no había forma de determinarlo.

Sacudí la cabeza, sin detener mi avance por la acera. Estaba dirigiéndome a ver a Claire. Un mensaje suyo llegó a mi celular durante la tarde, por lo que, al salir del trabajo, no lo pensé dos veces antes de tomar el autobús hasta su hogar. Y mientras caminaba tan rápido como me era posible, no pude evitar apreciar la punzada de dolor que atravesó mi pecho cuando volví a evocar —por enésima vez en estos días— la pelea con la diablesa de cabello rubio. Y, posteriormente, mi conversación con Azazziel. Había pensado que mi decisión me haría sentir mejor. Lo cierto era que pensé que, al dejarle las cosas claras, lograría disminuir la sensación de opresión en mi pecho, esa que dificultaba mi respiración y que hacía que cada contracción de mi corazón fuera dolorosa. Pero no fue así. Por el contrario, el vacío abrumante en mi interior parecía agrandarse con cada día que pasaba. Parecía intensificarse, volverse palpable.

Me detuve en el jardín de la casa de los Hagarty. Puse una mano sobre mi pecho y respiré hondo, pero incluso así, sentía que no había suficiente aire para llenar completamente mis pulmones. ¿Qué estaba pasando conmigo? Nunca en mi vida había sentido esta clase de malestar.

Golpeé la puerta principal con timidez. No tenía idea de qué recibimiento tendría por parte de los Hagarty, sobre todo después de lo que pasó la última vez que estuve aquí...

Evan, el hermano menor de Claire, abrió la puerta con un aire perezoso. Su expresión aburrida y casi somnolienta cambió cuando me reconoció. Entonces, entrecerró los ojos castaños en un gesto de recelo.

—¿Otra vez tú? —inquirió sin disimular el menosprecio en su tono.

Lo miré ceñuda, y, a decir verdad, un poco sorprendida.

—Um... Hola, Evan. —Su mirada desdeñosa no se redujo y apreté los labios, incómoda—. Yo...

—Tú atraes problemas —dijo el muchacho, interrumpiéndome.

Me quedé estática por un instante, y bastante confundida. Agité la cabeza, pasando por alto su comentario, y me forcé a sonreírle, solo por cortesía.

—V-vengo a ver a tu hermana. —Me detesté por dejar que el chiquillo me inquietara—. ¿Puedo pasar?

—No deberías estar cerca de Claire —farfulló, entornando todavía más los ojos—. Hay algo raro en ti, y no me gusta.

En ese momento, Joane se asomó en la entrada.

—¿Amy? —inquirió, y la sorpresa en su semblante fue evidente. La expresión le cambió rápido a una más contenta. Pude notar que se veía muy distinta de la última vez que estuve ahí; quizá se había ido a la peluquería, porque tenía el cabello más arreglado, y las oscuras ojeras casi se le habían desaparecido por completo como si, después de tanto tiempo, por fin hubiera podido dormir bien—. Cariño, qué sorpresa. ¿Qué haces aquí?

Esbocé la sonrisa más amable que pude.

—Vine a ver cómo está Claire.

—Oh, ¡por supuesto! —Soltó una risita boba, dándose un ligero golpe en la cabeza—. En realidad, las cosas están muy bien. ¡Creo que el tratamiento al fin le está funcionando! —Eso me hizo sentir un poco molesta, pero traté de no hacérselo notar. Ella soltó un suspiro de alivio, para luego mirar a su hijo con confusión—. Cariño, quítate de la entrada —le ordenó con suavidad.

PenumbraWhere stories live. Discover now