21. Cambio de planes

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La falta de aire nos separó. Sin embargo, Azazziel no se alejó, sino que unió su frente a la mía. Pude apreciar cómo su aliento cálido y el mío se mezclaban.

—E-espera... —susurré con un hilo de voz, incapaz de poder hablar más alto. Me escuché extraña. Sonaba demasiado agitada, demasiado aguda.

Él no esperó. Sus labios no se despegaron de mi rostro ni siquiera cuando me estiré para dejar la flor sobre el velador. Su boca recorrió el contorno de mi mandíbula ascendiendo, y entonces, sentí sus dientes en el lóbulo de mi oreja. Un jadeo se me escapó. No fue doloroso, pero hizo que algo en mi vientre se oprimiera.

Tenía demasiado calor. Todo mi cuerpo ardía.

No podía con esto.

—Aguarda —dije sin aliento. Era consciente de que gran parte de su cuerpo estaba sobre mí, y eso no hacía más que alentar la alarma que se encendió en mi cerebro—. N-no puedo...

—No haremos nada, Amy —prometió cerca de mi oído, con una voz que también me pareció ajena a la suya—. Sólo quiero besarte.

Mi vientre se estrujó ante esas palabras.

—Es que... —Tragué saliva.

Él se apartó un poco, lo suficiente para observar mi rostro. Debió advertir el temor que sentía en mi semblante, puesto que frunció el ceño y dio un largo suspiro antes de dejarse caer a mi lado en la cama. Puso el brazo derecho debajo de su cabeza para mantenerla elevada.

Esto era extraño. Estaba demasiado cerca. Estaba justo al lado de mí, en mi cama, como nunca lo había estado antes.

De forma inconsciente, intenté alejarme.

—No. Ven aquí —pidió con un matiz ronco, pero suave a la vez.

Deslizó su mano izquierda por mi pelo hasta llegar a mi nuca y me guio hasta su pecho. Convertí mis manos en puños, incapaz de poder relajarme. Mi corazón bombeaba de forma frenética, sintiéndolo en mis oídos, quizá incluso más que recién, porque ahora me encontraba con la cabeza recostada sobre su torso, algo que jamás había creído que podía suceder.

Él no estaba siendo un idiota, y yo... Mierda, no quería alejarme.

Pasamos un par de minutos en un silencio que me pareció tenso, entre lo que mi respiración y latidos se normalizaban, sumida hasta la mierda en mi propio mar de inseguridad. ¿Ahora qué hacía?, ¿debía hablarle?, ¿qué podía decir después de algo como esto?

Para mi fortuna, Azazziel habló y terminó con la carga incómoda que se había adueñado del ambiente.

—Al principio de todo esto —comenzó en voz baja, y yo levanté la cabeza hacia él—, pensé que podía averiguar lo que eras con sólo observarte de cerca. Ya sabes, como ustedes, que experimentan con los animales viendo su comportamiento. —Se rio ligeramente y yo no supe si sentirme o no ofendida—. Sin embargo, tu vida no tenía nada fuera de lo normal. Con el pasar de los días, me di cuenta de que tenía que acercarme a ti, debía conocerte, investigar a tu familia, y creí que de ese modo iba a conseguirlo... Pero también me equivoqué. —Frunció el ceño con una emoción que no logré descifrar y dio un suspiro corto—. Tal vez ese fue mi error.

Fue mi turno de lucir confundida.

—¿Acercarte a mí?

Asintió.

—Pensaba que iba a poder verte como a cualquier otro humano, que iba a detestarte tanto como al resto de ustedes. Pero... a medida que fui conociéndote, me sorprendías cada vez más... —Hizo una breve pausa mientras sus ojos se entornaban con una tenue suspicacia que no fue dirigida a mí en específico—. Fue difícil seguir manteniendo el mismo pensamiento sobre ustedes.

PenumbraWhere stories live. Discover now