31. Confesiones

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Regresar a la realidad fue más duro de lo que había creído.

La última semana fue la más extraña de toda mi vida, por varios motivos. Tuvo todo de abrumante, porque nunca había compartido tanto tiempo con Azazziel, y al mismo tiempo fue desconcertante y sorprendente, ya que jamás habría podido imaginar lo cariñoso que podía llegar a ser un individuo que provenía del mismísimo Infierno.

Por una parte, también hubo ratos embarazosos, pues me escapaba de él cuando necesitaba estar sola, o como cuando quería bañarme y debía estar al pendiente de que no fuera a espiarme en la ducha. No podía esperar siempre cosas buenas de él... Y sí, fue romántica, como nunca nada lo había sido antes en mi vida, porque él se esmeró en intentar hacerme olvidar todo aquello que tanto dolor me causaba y me mantuvo entretenida de diferentes formas. Me besaba hasta que me dormía y me acompañaba en mi sueño durante las noches, pero siempre fue lo bastante considerado como para no intentar propasarse más allá durante mi tiempo de duelo. Una creería que, por ser un demonio, él viviría y moriría con la constante intensión de querer llevarme a la cama lo más pronto posible. Pero, en realidad, no era tan así.

Finalmente, fue incómoda, puesto que Anthony llegó el último día de la semana, junto con Jessica, cuando él decidió que ya era tiempo de afrontar la realidad; más que nada porque él y Azazziel volvieron a tener otra conversación casual y, por muy «normal» que pudiera verse, la sola situación me seguía espantando.

Azazziel era asombroso mintiendo. Era tan hábil y astuto en el arte del engaño que después de compartir un par de palabras con mi hermano, este quedó encantado con él, e incluso llegó a acercarse a mí y murmurar que «no podía haberme encontrado un mejor novio», así tal cual. Desconocía si Azazziel había implantado algo raro en la cabeza de mi hermano para que le cayera tan en gracia de inmediato, o si simplemente la farsa funcionaba bien. Pero su comentario me causó escalofríos, al igual que dudas. Porque sí, llegué a considerar que, si el demonio era tan diestro engatusando a cualquier persona, ¿qué tan sencillo le resultaría mentirme a mí sobre cualquier cosa? ¿Acaso yo podría ser capaz de detectar cuándo mentía y cuándo no?

Lo dudaba mucho.

A pesar de eso, y de que hubo lapsos en los que me sentía realmente feliz a más no poder, la tristeza y la angustia continuaron adheridas a mí, por lo que también fue la semana más dolorosa de toda mi existencia... Mas no solitaria. Azazziel no me dejó en ningún momento, ni siquiera cuando decaía en las mañanas y no quería levantarme porque enfrentarme a mi nueva condición me hería y me vencía. Él se recostaba a mi lado y me acariciaba la cabeza hasta que conseguía hacerme el ánimo de ponerme de pie para iniciar el día.

Aquellas razones que había para odiarlo, también las tenía para que todo eso que sentía por él creciera en igual medida, porque ¿cómo podía detestarlo, si me sacó de esa fosa profunda y oscura en la que sumergí? ¿Cómo iba a odiarlo, si me levantó cuando más lo necesitaba?

Esta misma mañana había sido mi última interacción con él, cuando me despertó y se aseguró de que me fuera a trabajar, diciéndome que, por duro que fuera, mi vida no podía detenerse por lo que ocurrió. Que, aunque me doliera, tenía que seguir.

En este momento, a punto de entrar al Monette's Coffee, la rutina a la que me había sometido antes de que los demonios aparecieran me parecía insufrible, y no comprendía por qué. Mi jefe, Jade, Paul y el resto de mis compañeros de trabajo me dieron su pésame, con muchísima menos angustia que cuando mis amigos lo hicieron aquel día en el cementerio, pero de igual forma agradecí el gesto de todos.

Diana —que de nuevo había vuelto a hablarme como solía hacerlo antes— se comportó atenta conmigo durante toda la jornada. Tierna y amable, como la personas que era cuando yo la consideraba mi mejor amiga. Pude haberle hecho un desaire, pude haberle devuelto toda aquella aversión y ponzoña que durante varias semanas recibí de ella. Pero no lo hice. Y no porque realmente no lo deseara o no se lo mereciera, sino porque no me sentía con las suficientes fuerzas para ello.

PenumbraWhere stories live. Discover now