Quiero desayunarte a ti

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Entraron en esa habitación de la mano sin dejar de mirarse a los ojos y con esa sonrisa tonta que no podían borrar ninguna de las dos de su cara. Inés abrió los ojos como platos al ver la habitación, era preciosa, realmente Irene le había preparado una sorpresa increíble.

La jerezana soltó la mano de Irene y fue corriendo a la terraza que tenía que daba al mar. Irene sonrió detrás, Inés era como una niña pequeña. Entró a la terraza y la abrazo por detrás rodeando la cintura de la jerezana y poniendo su nariz en la nuca de Inés impregnándose de ese olor tan característico que tenía.

Inés tenía los ojos cerrados disfrutando de la brisa del mar, respirando ese aire fresco que azotaba su cara y le movía el cabello. Tenía los ojos cerrados para poder disfrutar mejor de ese momento, de ese abrazo.

Los besos lentos empezaron en esa terraza, Irene había rodeado por la cintura a Inés y se perdía en sus labios, mientras que Inés rodeo con los brazos el cuello de Irene y buscaba sus labios, su saliva, su boca...

Entraron a trompicones en esa habitación y sin separar sus bocas, porque realmente no podían hacerlo, llevaban tanto tiempo esperando poder besarse así que sus bocas se buscaban, se encontraban sin ser capaces de separarse ni un solo segundo.

La blusa lencera de Inés cayó al suelo justo después de sus pantalones mientras Irene le besaba los lunares del cuello a Inés sin control. Inés con los ojos cerrados y dejando escapar los primeros gemidos desabrochó el nudo del biquini de Irene y dejando caer la parte de arriba al suelo y mientras Irene seguía perdiéndose en su cuello, en sus lunares, la jerezana se entretuvo en deshacer los nudos que ajustaban las braguitas del biquini de Irene a su cuerpo, deshizo ambos nudos de cada lado de la cintura de Irene y la braguita cayó al suelo también.

Inés sonrio picara al tener delante de ella a Irene ya sin nada de ropa y a ella aún con ropa interior. Se rio bajito como una niña pequeñita.

Irene salió de su cuello y la miro con cariño, los ojos de la jerezana se fueron sin ella poder controlarlos al cuerpo desnudo de Irene ante ella, la verdad tenía un cuerpo precioso, un cuerpo que la volvía loca y le hacía perder el sentido común.

-¿Se puede saber de qué se ríe señorita?- dijo Irene cariñosa mirándola

Inés la miro a los ojos y con un toque en los hombros tumbo a Irene boca arriba en la cama poniéndose ella a cuatro patas encima de ella y besándola despacio, con amor, con deseo. La jerezana empezó a chuparle el cuello y del cuello empezó a bajar hasta encontrarse con el pecho de Irene para pararse ahí sin prisa a saborearlo. Inés se metió en la boca uno de los pechos de Irene y disfrutaba de él, como solo Inés sabía hace, mientras con la otra mano empezó a tantear la entre pierna de Irene. Los gemidos entre cortados de Irene cada vez se escuchaban más y eso más llenaba de felicidad el corazón de la jerezana.

Inés notó como Irene entre gemidos consiguió deshacerse de su sujetador y de su tanga, mientras ella seguía perdiéndose en el pecho de Irene.

Inés estuvo perdiéndose en el cuerpo de Irene, inspeccionando cada rincón de su cuerpo con su lengua, con sus labios, saboreándola despacio y sin prisas, sintiendo que ya no tenían prisa, que ahora podían detenerse a disfrutarse sin miedo a que ninguna de las dos parase aquello. Llegó a su entre pierna y empezó a darle pequeños besitos tanteando a Irene, una Irene que respiraba descontrolada y ya las gotas de sudor podían apreciarse en su frente pues Inés llevaba ya medía hora descubriendo cada rincón de su cuerpo. Los gemidos de Irene eran roncos y cada vez más altos, pues sentir a Inés ahí no ayudaba a poder respirar con tranquilidad. La jerezana le plantó un beso justo en el clítoris para luego introducir su lengua dentro de Irene y empezar a disfrutar de lo más íntimo de Irene.

Unidas escribamos historia juntasWhere stories live. Discover now