La noche es de Inés

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Inés echó el pestillo del baño secándose las lágrimas y se quitaba el pijama para ponerse unos vaqueros y una blusa blanca con escote y chaqueta fucsia. Lo hizo aposta, no le apetecía que Irene la viese desnuda ni en ropa interior y ahora que había llegado no iba a dejar que la viese mal por ella. Inés era así se creaba una fachada de dura y de fuerte ante el resto, esa fachada que todos conocían de ella. Lo que muchos no sabían es que detrás de esa fachada de dura se escondía una Inés sensible, vulnerable, muy pasional y sentimental, porque cuando Inés sentía algo por alguien eso era pura verdad, no había más verdad que esa entregaba sin medida. Inés entregaba su alma y su corazón. Irene ya conocía esa parte de ella, claro que la conocía. Ella había descubierto esa faceta de Inés, esa que tenía metida tan dentro que solo dejaba ver a algunas personas, y ella era una de las afortunadas. Aun así en momentos como esos Inés sacaba su otra faceta, creándose un escudo como si Irene en realidad no supiera que por dentro estaba triste y apagada por más que Inés intentara ocultárselo para hacerse la fuerte delante de ella.

-Pequeña...ábreme por favor...-dijo Irene suave al otro lado de la puerta con su cara pegada a la misma.

Inés ni si quiera respondió.

-Mi niña, mi pequeña... abre porfa...-Irene insistía.

Irene acabo sentándose al lado de la puerta con la espalda apoyada en la pared esperando a que Inés saliese del baño. Inés estuvo dentro del baño media hora. Salió preciosa con blusa con escote de pico que le hacía un pecho precioso que Irene conocía muy bien, pantalones negros ajustados que se abrían en los tobillos y chaqueta rosa fucsia. Se había planchado el pelo y hecho ondas como siempre se hacía en algunas zonas y se había maquillado y puesto taconazos. Abrió la puerta del baño y cogió su bolso que estaba fuera.

Irene la miro perpleja, realmente no había visto mujer más bonita en toda su existencia, aun no podía creerse que los ojos de Inés la siguiesen mirando a ella, que la hubiera elegido para estar a su lado. El corazón de Irene empezó a funcionar muy rápido como siempre que Inés estaba cerca y si encima estaba así de rompedora ya era incontrolable.

Se levantó del suelo y se acercó a Inés, que desprendía un olor a perfume que le puso la piel de gallina. Irene le agarro la cintura con una mano a cada lado justo detrás de ella y se acercó a olerle el cuello.

-Mi amor...estás preciosa...-dijo Irene mientras acercaba su boca al cuello de Inés pero esta la zafo en seguida.

Irene le cambio el gesto a triste por la reacción de Inés apartándola así, ya se había acostumbrado a tener a la jerezana como un oso mimoso siempre dándole amor y pidiéndole mimos. Esos gestos le recordaban demasiado a cuando se querían pero no estaban juntas.

-Inés, ¿Qué pasa?- dijo Irene ya mirándola a los ojos.

-Pasa que has pasado de mi todo el día que te he estado llamando y no lo has cogido porque has apagado el teléfono y ahora vienes aquí como si nada.

-Inés cariño te dije que tenía que hacer unas cosas-dijo Irene desesperada.

- ¿Unas cosas que son más importantes que yo? ¿Qué nosotras Irene? Que justo acaba de empezar esto y ya me estás mintiendo.

-No te miento- dijo Irene con la boca pequeña y mirando al suelo porque era incapaz de mentirle mirándola.

-Ves, me estas mintiendo y ni si quiera eres capaz de aguantarme la mirada.-dijo Inés elevando un poco el tono.

Inés se acercó a la puerta y la abrió para irse.

-¿Dónde vas Inés?- dijo Irene

Unidas escribamos historia juntasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora