DÍA 3: Paticorta vs patilarga

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NATALIA POV

Lo primero que veo cuando llego a la cocina por la mañana es a Alba sentada en el sofá a lo indio, con una taza de café en una mano y el móvil en la otra, probablemente mirando las noticias. Pero sin duda lo que más me llama la atención es Queen tumbada sobre sus hombros como si fuera la cama más cómoda del mundo.

– Buenas – saludo al entrar.

– Hola – sonríe Alba al verme.

– ¿Se convierte en loro por las noches y se le ha olvidado volver a modo gata? – señalo con la cabeza a Queen y ella se ríe.

– Le gusta ponerse ahí.

Me siento a su lado en el sofá y la gata se baja de Alba para acercarse a mí lentamente, mirándome con suspicacia. De repente da un salto y se sube a mis hombros, y yo me quedo muy quieta para no asustarla. Alba deja la taza y el móvil sobre la mesa y se gira para mirarnos sonriente.

– ¡Alba mira! Que yo creo que le caigo bien.

Con cuidado me levanto muy despacio para ir del salón a la cocina, pero en cuanto lo hago, Queen se revuelve en mis hombros y de un salto vuelve al sofá al lado de Alba, que la coge en brazos y le da besos en la cabeza.

– Qué pasa mi amor, ¿te has asustado? Es que eso está muy alto ¿verdad? – se ríe un poco y me mira. – Conmigo no está muy acostumbrada a las alturas.

– Bueno algún día lo conseguiré.

Un tiempo después, Alba se ha ido a su habitación y yo me dispongo a hacer lo mismo para coger la guitarra un rato. Cuando paso por el pasillo veo que la puerta de su cuarto está abierta y ella está sentada sobre la cama dibujando en su bloc, pero no se la ve muy contenta.

– ¿Estás dibujando? – pregunto desde el marco de la puerta. Ella suspira.

– Sí, pero no estoy nada inspirada. Lo que más me gusta es dibujar paisajes y no hay manera de concentrarme en uno que me guste cuando llevo días sin salir.

– Igual es una oportunidad para encontrar inspiración en otras cosas. Nunca sabes cuando te va a llegar, aunque sea dentro de estas cuatro paredes.

Ella se encoge de hombros poco convencida por mi intento, bastante pobre hay que decir, de animarla. Devuelve su atención al dibujo y yo sigo mi camino en busca de la guitarra.

A media mañana me estoy tomando una manzana y, cuando acabo y voy a tirar los restos a la basura, me doy cuenta de que está llena. Sonrío y rápidamente vuelvo a la habitación de Alba, que sigue exactamente en la misma posición que en mi anterior visita y con la misma cara de frustración. Doy dos toquecitos en el marco de la puerta para llamar su atención.

– ¿Sigues queriendo salir a buscar inspiración a la calle?

– Claro – responde confusa.

– Pues es tu día de suerte, hay que tirar la basura.

Su gesto de confusión pasa a uno de felicidad absoluta en cuestión de un segundo, abriendo mucho los ojos y adquiriendo la expresión de una niña pequeña el día de reyes. Empieza a aplaudir sola.

– A ver, tampoco te emociones que mucho paisaje exótico no vas a ver.

– Joder, eso me da igual, pero por lo menos me da un poco el aire.

– Eso sí, aunque el contenedor de la basura está al final de la calle, tres horas no vas a tardar.

– Qué negativa tía. Además, ¿has visto mis piernas? Con lo cortas que son doy pasos diminutos, así que voy a tardar muuuucho rato en ir y volver.

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