DÍA 28: No me llames amiga

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ALBA POV

Cojo aire con fuerza y lo suelto en un suspiro notando cómo empiezo a despertarme con la agradable sensación de cuando has dormido genial y te levantas totalmente descansada. Sin abrir los ojos, me acurruco bajo las sábanas aprovechando el calorcito acumulado que cada día que pasa hace menos falta porque nos acercamos ya al buen tiempo.

Notando en la cara el sol que entra por la ventana, que se quedó con la persiana a medio bajar, acabo por abandonar completamente el sueño, aunque me resisto a abrir los ojos y salir de la cama. Con mis sentidos despiertos del todo por fin, siento un olor que no estoy acostumbrada a tener en mi cama pero que no me cuesta reconocer, y eso hace que de golpe acudan a mi mente los recuerdos de anoche. ¿Por eso he dormido tan bien?

Sin ni siquiera ser consciente de la sonrisa que se instala en mi rostro sin poder evitarlo, abro los ojos y me doy la vuelta para ver a la morena al otro lado de mi cama, pero tan rápido como ha venido, la sonrisa desaparece al darme cuenta de que ahí no hay nadie.

Frunzo el ceño extrañada y un segundo después noto que me enfado un poco conmigo misma por sentirme ligeramente decepcionada. No debería importarte, debería darte igual que no se quedara. Vuelvo a pensar en anoche cuando me quede dormida, y realmente no me acuerdo bien de cuando fue, ya que estaba tan cansada que debí tardar un par de segundos en caer rendida. Ella fue al baño... ¿y luego?

Me acuerdo cuando le dije que volviera después porque me apetecía seguir estando un rato con ella y no quería que pensara que por mí se tenía que marchar ya a su habitación, pero cuando me puse la camiseta y me volví a tumbar debió ser el momento en el que me dormí, porque no soy capaz de acordarme de ella volviendo del baño. O no me acuerdo porque en realidad no volvió, pienso mirando de nuevo el hueco vacío a mi lado en la cama.

Decido no darle más vueltas al asunto y levantarme para coger unos pantalones cortos y ponérmelos antes de salir al pasillo. Mientras los busco en el armario, me giro para mirar el reloj y comprobar que son más de las once de la mañana. Con razón he descansado tanto. ¿Qué pasó con el deporte de hoy? Cuando estoy lista salgo del cuarto y voy hacia donde estoy escuchando a Natalia en la cocina.

Atravieso la puerta para encontrarme con su figura sentada en uno de los taburetes, con el desayuno casi acabado sobre la barra de la cocina que usamos de mesa.

– Hola – saluda sonriendo cuando me ve entrar.

– Buenos días.

Dejo un beso en su mejilla y rodeo la barra para ir al armario a coger una taza.

– No te he hecho nada porque no sabía a qué hora te ibas a despertar, pero he dejado café hecho por si quieres.

– Vale, no te preocupes, ahora me hago yo algo.

Me preparo unas tostadas, cojo el café que me ha dejado y me siento frente a ella para comer, notando cuando ya tengo el desayuno delante, el hambre que tenía.

Doy el primer mordisco y mientras mastico, miro de reojo a la morena que está mirándome fijamente con una pequeña sonrisa divertida en su cara, pero no me dice nada. Tras unos minutos en los que yo sigo desayunando bajo su atenta mirada, no aguanto más el silencio al que tan poco acostumbrada estoy cuando comemos juntas.

– ¿Qué pasa? – digo al ver que no piensa decir nada.

– Nada.

Aparta la mirada hacia abajo aún sonriendo como si supiera algo que yo no, lo que me hace de rabiar. Sigue en silencio unos segundos más hasta que vuelve a hablar, intentando disimular la sonrisa tras su taza que ya debe estar vacía pero que no suelta.

CuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora