DÍA 52: Debe ser 50/50

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NATALIA POV

Vuelvo a mirar el reloj y veo que ya han pasado quince minutos desde que me he despertado, los mismos quince minutos que llevo acariciando con cuidado el pelo de Alba mientras veo lo relajada que duerme. Se me escapa una pequeña sonrisa al pensar en lo adorable que es ella y en lo encoñada que estoy yo, que después de más de diez días durmiendo con ella todavía me entran los nervios cuando me despierto y siento su cuerpo pegado al mío, como si fuera la primera noche que pasamos juntas.

Notando los músculos entumecidos por llevar un rato sin moverme para no despertarla, decido poner fin a la racha de pereza y salir a hacer algo de deporte. Ya que me he despertado pronto sin querer, pienso que sería buena idea salir a correr a la calle para aprovechar la libertad que empezamos a tener.

Con cuidado me separo del agarre de Alba a mi cintura y me deslizo hacia el borde de la cama para salir. Por suerte está muy dormida y ni se entera, así que sin hacer ruido salgo de su habitación y me voy a la mía para vestirme. Me pongo ropa de deporte, con una sudadera calentita porque a pesar de que ya empieza a hacer muy buen tiempo, a estas horas de la mañana todavía refresca.

Como algo de fruta para no ir con el estómago vacío, pero tampoco mucho para que no me siente mal, y cuando termino vuelvo a la habitación de Alba para coger el móvil que he olvidado en la mesilla. Al entrar, la veo revolverse en la cama, tirando de la sábana hasta el cuello para arroparse mejor, y me doy cuenta de que está despierta.

– ¿Tienes frío? – pregunto susurrando para no asustarla.

Me acerco por si quiere que le eche la manta que se ha quedado aburruñada a los pies de la cama, mientras ella se gira hacia mi lado al escuchar mi voz.

– Sí, es lo que pasa cuando te vas, que me entra frío.

– Que cosas más bonitas me dices para estar aún medio dormida – me siento de lado en el borde de la cama y llevo la mano a su abdomen para acariciarla.

– Era un reproche, no un piropo – frunce el ceño enfadada porque no le haya entendido, pero su gesto de deshace cuando bosteza de repente. Acaba sonriendo e incorporándose sobre sus codos, y yo subo la mano hasta su mejilla para dejar ahí mis caricias. – ¿Se puede saber qué haces despierta y levantada tan pronto?

– Voy a salir a correr.

– Puff... Natalia no estás bien. Tienes problemas.

Me río de la manera en la que lo dice, completamente seria y dejándose caer de nuevo sobre la almohada. Agarra el borde de la sábana y la sube para taparse hasta el cuello.

– Entiendo que no quieres venir, ¿no? – suelta una pequeña carcajada, tomándome por loca por proponer tal disparate.

– No – responde con obviedad.

Me inclino para besar su mejilla antes de levantarme de la cama de nuevo.

– Vale, me lo imaginaba. Aprovecha para dormir un rato que es muy pronto, y cuando vuelva te despierto otra vez – digo inclinándome de nuevo para darle un par de besos más en su carita aplastada contra la almohada.

– Suena como un buen plan.

Sonríe mientras cierra los ojos, y aunque estoy tentada de volver a agachar para seguir dándole besos, me incorporo del todo para marcharme porque si no voy a acabar metiéndome en la cama con ella otra vez. Cojo el móvil y salgo de la habitación para no entretenerme más. Busco mis auriculares y en cuanto tengo la música lista, salgo de casa.

Agradezco el fresquito que hace porque así consigo despejarme del todo y se me quita el sueño que aún tenía, además de que es la temperatura perfecta para correr sin acabar muerta del calor. Empiezo a andar hasta el parque que hay al lado de casa y una vez que llego allí ya he calentado lo suficiente, por lo que poco a poco voy acelerando el ritmo. A pesar de que noto que me canso bastante rápido por la falta de costumbre, disfruto al notar cómo se estiran mis músculos.

CuarentenaWhere stories live. Discover now