DÍA 15: Llorando corazones

15.2K 658 153
                                    

NATALIA POV

Abro los ojos con mucha pereza y a tientas llevo mi mano hasta la mesilla para apagar la alarma. Me giro en la cama y me quedo unos minutos más, hasta que suena otra vez y la vuelvo a quitar. Me obligo a mí misma a levantar la persiana como si eso fuera a servir de algo en el intento de no caer de nuevo en el más profundo sueño, y me siento en la cama porque como me tumbe no va a haber despertador que pueda conmigo.

Estoy bastante cansada a pesar de haber dormido bien, supongo que las horas de sueño no han sido las suficientes para recuperarme de ayer. Y por supuesto que no lo digo solo por lo que pasó por la mañana, que también, pero soportar la tensión de toda la tarde, comerme la cabeza por lo que había pasado... eso desgasta más que cualquier cosa. Muy bien, ni cinco minutos despierta y ya estoy pensando en eso.

Por mucho que ayer habláramos las cosas y aceptáramos que teníamos que tratar lo que pasó con naturalidad y como personas maduras, la práctica siempre es más difícil que la teoría. Yo estoy dispuesta a adaptarme a lo que Alba quiera, pero aún no sé si haberlo aceptado sin más quiere decir que, ya está, como si no hubiera pasado, o es más bien en plan anécdota. Le estoy dando vueltas otra vez a una tontería.

Salgo de la habitación para tomar algo antes de hacer deporte y voy preparando el salón mientras Alba se levanta. Cuando lo tengo todo listo, aparece por la puerta enfundada en una sudadera enorme y con una cara de estar tan muerta de sueño, que casi me hace dudar de si tiene los ojos abiertos. La imagen me hace sonreír. Qué pequeña.

– Buenos días – digo.

Pasa por mi lado levantando la mano perezosamente a modo de saludo y sigue hasta el sofá, donde se deja caer, escondiendo la cabeza bajo sus brazos.

– Alba tanta energía no, que me agobias – bromeo.

Ella gira su cabeza para mirarme, pone un puchero y cuando habla no puede ni vocalizar por tener la mejilla aplastada contra el cojín.

– Casi no me levanto, te lo digo.

– ¿Has dormido mal?

– He dormido poco, anoche no podía coger el sueño.

– Pues nada mejor que una sesión de cardio para despertar el cuerpo, arriba – digo agarrándole de las manos para levantarla del sofá.

Parece que poco a poco, a medida que la clase avanza, se va despejando e incluso dice algunas frases, aunque sea para insultar a la chica del vídeo por los ejercicios que manda, lo que hace que me ría y a veces me cueste seguir el ritmo por no poder controlar la respiración.

A mitad de la hora de ejercicio, Alba se quita la sudadera y yo siento que de nuevo no puedo controlar la respiración, pero por un motivo distinto. Pierdo la cuenta del número de veces que se me van los ojos a su figura y, a pesar de que no es ninguna novedad la atracción que siento por su cuerpo, me tenso al pensar que esta vez mi mirada no busca una imagen con la que entretener mi calenturienta mente, sino que está persiguiendo un recuerdo que no quiero dejar escapar.

Suspiro y me paso el resto de la clase distraída por las dudas de si voy a ser capaz de actuar como si nada con ella. De hacer como que no quiero repetirlo. Agradezco que esté lo suficientemente adormilada como para darse cuenta de mis divagaciones mentales.

A media mañana, estoy en mi habitación pensando qué puedo hacer para no aburrirme, cuando la respuesta entra por la puerta.

– Nat – dice llamando mi atención.

– Dime.

– ¿Me dejas la guitarra?

– Sabes que sí – respondo sonriendo, y ella me imita contenta, entrando del todo para acercarse a por ella. – ¿Quieres que sigamos con las clases?

CuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora