DÍA 34: Fan número uno

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NATALIA POV

Con la misma sonrisa con la que me quedé dormida ayer, me despierto al escuchar el sonido de la alarma del móvil, pero se me pasa la alegría al pensar en hacer deporte. Jo, no me apetece, yo quiero un día como ayer. Me desperezo en la cama y cuando suena la segunda alarma, salgo de la cama.

Cuando me visto y me preparo voy hasta la cocina, comprobando que Alba aún no se ha levantado ya que probablemente estará remoloneando bajo las sábanas. La imagen que se forma en mi cabeza de la rubia no queriendo salir de la cama y abrazándose a la almohada hace que se ensanche al máximo la sonrisa que me acompaña.

Decido preparar café para desayunar y mientras voy apartando la mesa del salón y poniendo la clase de deporte en la televisión. Cuando está hecho, busco dos tazas para servir el café y las dejo sobre la barra mientras espero que Alba se despierte. Me siento en el taburete a leer las noticias en el móvil hasta que escucho la puerta de su habitación abrirse, y me giro para ver que, unos segundos después, aparece Alba por el pasillo, bostezando y con los ojos medio cerrados.

Suelto una pequeña risa ante lo adorable que parece siempre al despertar, y según se va acercando a mí, le ofrezco el desayuno.

– ¿Café? – esa palabra parece activarla un poco y abre los ojos del todo a la vez que estira los brazos hacia mí.

– En vena por favor.

Aprovecho que casi ha llegado a donde yo estoy sentada para agarrar sus manos y tirar de ellas para acercarla de golpe hasta mí, encerrando su cuerpo entre mis piernas y apretando su cadera con mis rodillas.

Me inclino hacia delante para llenarle la mejilla de besitos, haciendo que se ría y achine los ojitos al mismo tiempo que se echa para atrás debido al impulso, pero yo tiro un poco más de sus manos para que no se aleje.

– Buenos días – digo cuando paro y suelto sus manos, pero ella en vez de separarse, se inclina hacia delante y rodea mi cuerpo para abrazarme, apoyándose en mi pecho.

– Buenos días – susurra.

Paso mis brazos por sus hombros y la aprieto contra mí a la vez que dejo un beso en su coronilla. Unos largos segundos después se incorpora, pero no se mueve de su sitio. Yo alcanzo una de las tazas y ella la coge con las dos manos para inmediatamente darle un trago.

– Mmm, qué rico – dice antes de pasarse la lengua por los labios para saborearlo. – Gracias, podría vivir a base de café.

Coloco las manos en su cintura para acariciarla, incapaz de estar más de un minuto sin buscar el contacto, y ella tras beber de nuevo vuelve a hablar.

– ¿Algo interesante en las noticas? – pregunta señalando con la cabeza mi móvil que está sobre la barra.

– Que va. Como hoy es el primer día que los niños pueden salir de casa creo que no van a hablar de otra cosa en todo el día.

– Ay, es verdad. Qué envidia, ojalá poder ir a dar una vuelta también.

– Bueno... a lo mejor como eres tan pequeñita nadie se da cuenta si sales.

– ¡Natalia! – protesta dándome un golpecito en el hombro y yo me río por su indignación. – Eres idiota.

No se enfada, pero hace el amago de apartarse de mí solo para que se lo impida, que es exactamente lo que hago usando mis manos, que no se han separado de su cintura, para atraerla de nuevo más cerca.

– Que es broma, tonta – digo inclinándome a dejar besitos en su cuello.

– Para, Nat – pide con una pequeña risita. – Que me haces cosquillas y voy a tirar el café.

CuarentenaWhere stories live. Discover now