DÍA 20: Va contra las normas

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ALBA POV

El sonido del despertador me saca de un agradable y profundo sueño, y gruño en la cama por fastidiarme cuando más a gusto estaba. Lo apago y me levanto intentando no tardar mucho para no quedarme dormida de nuevo. Mientras me preparo, me extraño por la falta de ruido que normalmente hay porque Natalia se levanta siempre antes y la oigo trastear por la cocina o el baño. Como se haya quedado dormida yo me vuelvo a la cama y que le den al deporte.

Al salir al pasillo me extraño aún más al notar la casa tan en silencio a pesar de que la puerta de su habitación está abierta. Al asomarme veo que ella no está y me sorprendo de que la persiana siga bajada y la ventana cerrada, lo que es raro si ella ya no está durmiendo. No entiendo nada.

Avanzo hasta la puerta del salón y a pesar de la oscuridad que hay, puedo observar a través de la luz que se cuela por los agujeritos de la persiana a Natalia sentada en el sofá. Está en el borde del asiento, con los codos sobre sus rodillas y la cabeza apoyada en sus manos, mirando hacia abajo.

Estoy a punto de acercarme rápidamente para ver qué le pasa, pero en el último momento me freno por miedo a asustarla, ya que está claro que no se ha enterado de que he entrado en el salón. En lugar de eso, decido llamarla desde lejos con el susurro más suave que soy capaz de pronunciar.

– ¿Nat? – o me he pasado de bajito al hablar o está realmente dormida en esa posición, porque aún no nota mi presencia. – Natalia.

Al repetir su nombre un poco más fuerte, se sobresalta y levanta la cabeza para mirarme asustada, y entonces puedo ver la mala cara que tiene, que tratándose de Natalia Lacunza es algo que pensaba que no podía ocurrir.

– Alba.

Ahora que ya sabe que he entrado me acerco del todo y me siento a su lado en el sofá, comprobando de cerca que parece estar peor de lo que pensaba, ya que la falta de luz no me dejaba verla bien.

– Lo siento, ¿te he despertado? ¿Qué hora es? – pregunta con voz ronca.

– No Nat, no me has despertado, es que ya son las nueve y media.

Ella me mira con gesto de confusión como si esa información no le cuadrara y tras un suspiro se deja caer hacia atrás para apoyar la espalda y la cabeza en el respaldo del sofá. Mi preocupación va en aumento cuando se lleva la mano a la cara y se aprieta el puente de la nariz frunciendo el ceño y cerrando los ojos.

– ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Deja caer su mano sin fuerza a su lado sobre el sofá y yo me muevo para sentarme más cerca y así poder subir la mía a su mejilla para acariciarla con suavidad. Relaja el gesto de su cara ante mis caricias, pero no abre los ojos cuando responde resoplando.

– Pfff... toda la noche.

Paro los movimientos de mi mano en su rostro, sorprendida y alarmada por su respuesta, y eso hace que ella vuelva a abrir los ojos y gire la cara para mirarme, sin separarla del respaldo del sofá.

– Nat, ¿qué te pasa? – pregunto retomando mis caricias que parece que la calman.

– Me duele un montón el estómago. Anoche me desperté porque me encontraba fatal y después de un rato dando vueltas en la cama me levanté porque me dieron ganas de vomitar. Luego volví a la habitación, pero a cada rato me pasaba igual, así que al final acabé por venir aquí. No sabía que ya era por la mañana, no he dormido nada.

– ¿Has estado toda la noche así? – ella asiente. – ¿Y por qué no me has avisado?

De nuevo me mira confusa, como si esa posibilidad ni siquiera hubiera cruzado su mente en ningún momento y yo me maldigo por ser tan marmota como para no haberme enterado. Ella se encoge de hombros quitándole importancia.

CuarentenaWhere stories live. Discover now