DÍA 33: Yo no quería

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ALBA POV

Me enfado conmigo misma cuando empiezo a despertarme, porque para qué voy a hacerlo si no tengo absolutamente nada mejor a lo que dedicar mi tiempo que a dormir. Incluso sin abrir los ojos, noto el sol que se cuela por culpa de la persiana a medio bajar, impactar directamente en mi cara, y eso hace que suelte un gruñido de molestia a la vez que me restriego en la almohada como si así pudiera hacerlo desaparecer.

Sin embargo, algo con lo que no contaba es que mi moflete no se roza contra la almohada, sino contra la piel caliente del cuello de la morena que descansa debajo, aplastada por mi cuerpo. Antes incluso de que procese y recuerde por qué está ahí, la sonrisa ya se ha instalado ampliamente en mi cara, y me preocupa. No porque me moleste que mis reacciones vayan por delante de mi raciocinio, sino porque se está volviendo demasiado incontrolable la agradable sensación que se apodera de mí en situaciones como esta.

Aparto ese pensamiento porque estoy demasiado dormida para él y giro la cara buscando refugio en el hueco de su cuello. Qué a gustito, aquí no me da el sol. Con la sonrisa inamovible, inspiro con fuerza antes de suspirar, lo que hace que su olor impregne cada célula de mi cuerpo y el deseo tonto de que ojalá ahora toda mi cama huela a ella cruza mi mente.

A pesar de la comodidad que siento, no vuelvo a quedarme dormida, lo que hace que pueda disfrutar más de este ratito enredada en el cuerpo de Natalia. Cuando considero que ha pasado el tiempo suficiente para dejar de posponer el momento de levantarme, me separo del calorcito de su piel y tras dejar un diminuto beso en su mejilla, con cuidado de no despertarla me incorporo.

La mano que sujetaba mi espalda contra ella, cae al colchón cuando me aparto del todo y me siento en el borde de la cama, aún girada hacia ella para ver cómo esa misma mano se mueve por la cama buscándome. Sonrío al ver su reacción y cuando se cansa de no notar mi cuerpo, se da la vuelta para quedarse bocabajo y abrazar la almohada, hundiendo la cara en lado en el que supongo que yo he estado tumbada antes de girarme para usarla a ella de peluche.

Me muerdo el labio inferior intentando que la sonrisa no se expanda demasiado, aunque es difícil ante la ternura que me produce esta morena de casi dos metros siendo tan sumamente mona. No debería sentirse tan bien despertarse así y mucho menos desear que se convierta en algo recurrente, pero lo hace, y quién soy yo para negar la realidad.

Suspiro y alzo la vista por primera vez para mirar el reloj de la mesilla, comprobando que tampoco es tan tarde, algo raro en mí haberme despertado ya. Me levanto de la cama para acercarme al baño y después a la cocina para poner a preparar el café. Mientras se hace, vuelvo a la habitación y me quedo de pie al lado de la cama mirando lo profundamente dormida que está Natalia.

Decido no despertarla todavía, pero tampoco me apetece nada más que estar aquí con ella, así que me acerco al pequeño escritorio para coger mi cuaderno de dibujo y me siento a lo indio en medio de la cama de nuevo, al lado de su cadera para no molestarla. Me coloco mirando hacia el cabecero y con el cuaderno apoyado en las rodillas, empiezo a trazar líneas.

Siempre he expresado mejor con dibujos que con palabras las cosas que siento y quizás es por eso que lo que plasmo sobre el papel se va trasformando sin querer en una figura sentada en el borde de un precipicio con aparente tranquilidad, con las piernas colgando como si no fuera consciente del peligro. A su lado, una figura un poco más pequeña, sentada con las piernas cruzadas y colocada ligeramente detrás, asustada como si no quisiera estar ahí.

Antes de continuar lo observo. Es un poco abstracto y sin sentido, pero supongo que eso es porque el sentimiento que representa es así. La verdad es que viéndolo desde fuera no sé si se puede entender lo que es, ni siquiera yo sé lo que estoy tratando de crear.

CuarentenaWhere stories live. Discover now