DÍA 4: No te tires a un facha

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ALBA POV

No sé muy bien cómo, pero termino de vestirme a pesar de estar aún medio dormida y voy arrastrando los pies hasta el salón, donde sé que ya me espera Natalia porque he escuchado cómo se levantaba. Me rasco el ojo muerta de sueño mientras entro al salón.

– Menos mal que te apuntaste para esto, porque si lo hiciera yo sola ya me habría rajado – digo entrando por la puerta.

– Buenos días Alba.

Cuando levanto la mirada me encuentro a Natalia con unos shorts deportivos que dejan a la vista sus largas piernas y una camiseta de manga corta que lleva remangada de tal forma que se pueden intuir sus abdominales en el pequeño espacio de tripa que queda al aire. Joder, pues sí que son buenos días. Aparto la mirada rápidamente para evitar darle un repaso demasiado evidente y busco algo por el salón en lo que centrar mi atención.

– Vaya, has movido la mesa y ahora esto parece mucho más grande – digo al ver que Natalia ha colocado la pequeña mesa que tenemos delante del sofá, en un rincón al lado de la puerta de la terraza.

– Sí, he pensado que será mejor tener un poco más de espacio, no nos vayamos a estar dando hostias sin querer, o a caernos por tropezarnos con la mesa.

– Pues sí, mejor así. Oye te veo muy enérgica, te aviso que yo estoy con la batería a menos diez – digo al mismo tiempo que se me escapa un bostezo.

– Venga mujer, si te acabas de levantar, deberías estar a tope para hacer deporte.

– Uff es que yo sin mi café no soy persona.

– Deberías comer algo antes de empezar, a ver si te va a dar un chungo.

Le doy la razón y voy a la cocina a coger una fruta mientras ella conecta su móvil a la tele para ver el vídeo de la clase. No como nada más porque veo que al final acabo vomitando, por lo que en cuanto termino, le digo que podemos empezar.

– He buscado una bastante light, que tampoco es plan de reventarnos el primer día.

– Sea lo que sea voy a tener agujetas. No tengas muchas esperanzas en que haya un segundo día – exagero.

– Va, no empieces así, que el truco está en coger el ritmo. Cuantos más días lo hagamos menos nos costará.

– Ya, si ya lo sé. Me quejo por vicio. En realidad me gustar hacer algo de deporte. Antes salía a correr algunos días, lo que pasa es que perdí la costumbre y ahora cuesta más volver a empezar.

– Pues hoy es el día. Venga, que esto ya está.

Nos colocamos en medio del salón, una al lado de la otra, y empezamos con la clase. Tenía razón con lo de que no era demasiado dura, porque hay pequeños descansos entre los ejercicios y las series no son muy largas. Aún así acabo bastante cansada de las sentadillas, los burpees y las flexiones.

Durante los 45 minutos que hemos estado haciendo deporte he intentado que no se me escaparan demasiadas miraditas indiscretas hacia mi derecha, y digo intentado porque evidentemente me ha costado lo suyo. Pero es que a pesar de estar medio dormida, hay cosas que no se pueden ignorar, como por ejemplo, su abdomen cuando se estiraba para algo y se le levantaba ligeramente la camiseta.

Maldita Marina que ya me ha metido ideas en la cabeza con su llamada de ayer. Yo no debería estar fijándome en esas cosas. Que es mi compañera de piso joder. Aunque bueno, la he mirado un momento porque la chica es guapa y ya está, tampoco es para darle más vueltas. Es como mirar a alguien guapo por la calle, que dices oye que guapo, y ya está, sin más.

CuarentenaWhere stories live. Discover now