DÍA 36: Un beso de cita

19.5K 764 380
                                    

ALBA POV

– Albi, venga. Dame otra pista.

– Nat, por favor, deja de preguntar porque prácticamente te lo he dicho, lo que pasa es que no te enteras. No pillas ni una.

– ¿Cómo voy a saber a dónde vamos con esas pistas tan malas? Porfiiii – intenta convencerme con un puchero.

– Que no, se han acabado las pistas. Además, ya casi hemos llegado, solo faltan un par de calles.

– ¿Solo? – dice con emoción. – Vamos, vamos.

Suelto una risa al notar que acelera el paso tirando de mi mano entrelazada con la suya para que ande más rápido, avanzando como si ella supiera a dónde estamos yendo.

– Nat, más despacio porfa, que tienes las piernas muy largas.

Consigo que se relaje y con un poco más de calma, giramos en la esquina de la última calle antes de llegar al restaurante en el que he reservado para cenar. Al entrar le doy mi nombre al camarero que nos atiende y con amabilidad nos lleva a la mesa, afortunadamente a una en un rinconcito del local que nos permite tener cierta intimidad, aunque tampoco es necesario porque la sala está casi vacía.

Nos sentamos y antes de irse, el camarero nos deja un par de cartas para que decidamos qué vamos a pedir.

– Este sitio es increíble, Albi. Me encanta.

– ¿Sí? – pregunto aún indecisa. La verdad es que llevaba un par de semanas comiéndome la cabeza para pensar en el mejor sitio al que llevarla, y al final me he decantado por este restaurante que ya conocía.

– De verdad, el sitio es precioso y todo tiene muy buena pinta – asegura señalando la carta.

– Me alegro. Yo he venido alguna vez y te prometo que la comida está buenísima.

– A mí no me sonaba de nada, supongo que no estoy muy puesta en el tema de los mejores veganos de la zona.

– Pues deberías, no todas nuestras citas las voy a preparar yo – acompaño mi respuesta con una mirada provocativa, dando a entender que esto no va a ser cosa de un solo día, al menos por mi parte.

– No te preocupes, que yo me saco un máster si hace falta.

Tras aguantarnos la mirada unos cuantos segundos, ambas sonreímos y la apartamos para echar un vistazo a la carta, hasta que viene el camarero de nuevo a tomarnos nota.

– Estupendo – dice apuntando la comanda. – Y para beber, ¿qué desean?

– ¿Vino? – pregunto mirando a Natalia y ella asiente. Avanzo hasta la parte de la carta donde están las bebidas y escojo uno cualquiera sin tener tampoco mucha idea de cuál es mejor.

– Genial, ¿quieren que les traiga una copa a cada una o prefieren la botella entera?

– Traiga la botella, gracias – responde inmediatamente Natalia sin dudar y sin apartar su mirada de mis ojos, haciendo que me ponga más nerviosa de lo que ya estoy.

– Gracias – murmuro hacia el camarero entregándole la carta para que se la lleve, y al volver a poner mi atención en Natalia, su intensa mirada no se ha movido, pero su sonrisa se ha vuelto demasiado pícara para lo pronto que es todavía.

Que traigan ese vino rápido que lo voy a necesitar.

Con la misma sonrisa nerviosa con la que respondo a la suya en mi sueño, empiezo a abrir los ojos. A pesar de que lo primero que siento es molestia porque mi cerebro haya interrumpido el momento con la estúpida idea de despertarse, en un instante me invade de nuevo la sensación de las mariposas en el estómago. Los nervios de la primera cita, qué gustito dan cuando la otra persona te gusta tanto.

CuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora