DÍA 35: Bendito infierno

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NATALIA POV

Noto cómo lentamente me invade la sensación de que el sueño está abandonando mi cuerpo al mismo tiempo que mi cerebro se despierta del todo. Me restriego contra la almohada queriendo sacudir por completo las ganas de volver a dormirme, y en un gesto inconsciente, aún con los ojos cerrados, estiro el brazo buscando su cuerpo tumbado a mi lado.

Al no encontrar nada más que un hueco vacío en mi cama, levanto la cabeza y abro los ojos para ver dónde está, pero simplemente no está. Me esfuerzo por agudizar el oído para intentar escuchar si se ha levantado al baño o a lo que sea, pero no oigo nada.

Me incorporo hasta quedar sentada con la espalda apoyada en el cabecero de la cama y tras pasarme las manos por la cara para despejarme del todo, me acuerdo de que ayer no dormimos juntas y me doy cuenta de que solamente había sido un sueño. Joder, qué tonta soy.

Tantas vueltas le di al tema de ayer antes de quedarme dormida que he acabado soñando con ella, y vaya decepción empezar el día descubriendo que no ha sido así. Para intentar no hundirme en el mismo mood de ayer, recuerdo lo que me dijo Ici que tenía que hacer: aprovechar el tiempo por si se acaba y hacer que no se quiera ir. Hacer que no se quiera ir... ¿y eso cómo se consigue?

Prefiero dejar esa parte de lado para no agobiarme más de lo necesario y olvidarme de lo que pueda o no pasar más adelante. Lo mejor es seguir como hasta ahora. Con mucho mejor humor y sin acordarme ya del sueño que me ha hecho pensar que la rubia iba a estar a mi vera nada más despertar, me levanto de la cama con la intención de ir a desayunar.

Al aparecer por la puerta del salón, lo primero que veo es a Alba sentada en el sofá leyendo un libro. Al escucharme entrar, levanta la mirada de las páginas para sonreírme.

– Buenos días – saludo acercándome para sentarme a su lado y dejarle un par de besos rápidos en la mejilla.

– Buenos días. Qué contenta te veo.

– Es que he dormido genial.

– Ya veo, es muy tarde para ser tú.

– Ayer tenía la cabeza como un bombo y después de toda la noche con el cerebro desconectado por fin me he despejado.

– Me alegro – dice sonriendo con sinceridad y subiendo una mano para peinar mi pelo con dulzura. – He hecho café, por si quieres tomar algo.

– Sí, voy a desayunar que me muero de hambre.

Me levanto para ir a la cocina y prepararme algo de comer para acompañar el café que ha preparado Alba, y cuando lo tengo listo vuelvo a sentarme en el sofá para tomármelo ahí con ella.

Desayuno en silencio mientras ella sigue con su lectura, pero al terminarlo, lo llevo a la cocina para recogerlo y Alba deja el libro sobre la mesa al ver que vuelvo a sentarme a su lado.

– ¿Entonces has dormido bien? – insiste otra vez en el tema rodeándome con sus brazos para hacer que apoye mi espalda en su pecho.

Con gusto lo hago, acomodándome bien para no hacerla daño, y así de pegadas nos recostamos en el sofá, echando mi cabeza hacia atrás para apoyarme en su hombro. Ella empieza a dejar caricias peinando el pequeño flequillo que ya se me empieza a formar.

– Estupendamente.

– ¿Se te han quitado esas preocupaciones que tenías? – me deja unos cuantos besos en la cabeza como si así pudiera hacerlas desaparecer sin saber que justamente eso es lo que me ayuda a que se vayan.

– Sí, es que a veces nuestra mente es nuestro peor enemigo.

– Cierto – me da la razón paseando sus labios por mi sien. – Me alegro de que se te haya pasado.

CuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora