Prefacio.

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Un años lejos de ti.

Había llegado a la conclusión de que en la vida existían personas estrelladas y otras que no, seres humanos que vinieron a este mundo con una suerte privilegiada, libres de todo problema y mal, mientras que otras...eran imanes para ellos, como yo por ejemplo.

Olvidarte no me es fácil, olvidarte me duele, tratar de no pensarte me hizo incorporar el reflejo de ahogo en mi garganta. Se me cierra, siento que no puedo respirar, y aún así, lo sigo haciendo. Inhalo y exhalo, como cualquier otro sujeto. Sigo viva, al igual que tú, solo que no me siento como tal.

Actuó por inercia, porqué es mi deber. Ya no puedo ser egoísta, aunque a decir verdad, creo que nunca lo fui. Pero de todos modos, ahora es diferente. Alguien depende de mi, como yo de él, de su compañía, de su cariño, de su amor. De la única persona que me recuerda a ti.

Y vaya que lo hace.

Con el correr de los meses, noto que ver sus ojos, sus gestos, sus expresiones, cada vez se les asemejan más. ¡La genética es una cosa tan extraña! Me podría pasar ratos largos observándolo y comparándolos y sobre todo...anhelando. Tratando de volver a inhalar y exhalar para que aquel nudo en mi cuello cediera y pudiera recobrar el aliento.

Y funciona, gracias a Dios funciona.

-Si vas a querer que esto resulte, debes colaborar.-mascullo el sombrío hombre ingresando al pequeño y moderno cubículo.

-El problema es que no quiero que eso ocurra, no contigo. Así que por favor, retírate-no era mi hogar, no me sentía como en casa, sin embargo tenia la valentía suficiente para arrimarme hasta aquella puerta, abrirla y obligarlo a marcharse.

-Esto no es parte de nuestro acuerdo.

-Nunca negociamos clausulas-añadí desafiante, ya sin miedo-Como si nunca hubiese existido, ¿Recuerdas?

-Sabes muy bien que eso no me incluía a mi.

-Pero si a mis hermanos, ahora vete.

-¿Con que se trata de eso? ¿Verdad?-inquirió ahora entrecerrando sus ojos. Y simplemente le corrí la mirada-¡¿Cuántas veces te dije que tienes que olvidarte de él?! Nicolás es tu sangre, ¡TU SAN-GRE, AMBER!

Lo había nombrado. Había pronunciado las palabras que más trataba de enterrar en lo más profundo de mi. De un momento a otro, el ahogamiento, el sofoco, la inestabilidad emocional y su no querida presencia, me descolocó por completo.

Trate de contar hasta tres, pero fue en vano.

-¡Ya lárgate! ¡Fuera de aquí, Daniel!

Y mis gritos no fueron los únicos que hicieron eco en aquella habitación, si no que el llanto desconsolado y aclamador de mi pequeño guardián, también se hizo presente.

BastardaWhere stories live. Discover now