Capítulo 4 - Bastardos

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-¿Entonces, que significa esto?-inquirió apoyando la palma de mi extremidad sobre su pecho, para señalarme con su índice mi anillo.

El percibir de su palpitar frenético sobre mi mano no me permitía concentrar lo suficiente como para saber que próximo engaño dejar salir de mi boca. Su intensa mirada desesperada por mi respuestas nublaban mi juicio y me hacia dudar sobre esto. Sobre mi decisión, sobre si tirar todo el esfuerzo de años donde yo misma me obligaba a enterrar mis sentimientos en lo más profundo de mi para olvidar el pasado, y así poder tirarme a sus brazos. A sus cálidos brazos, a los mismos que se notaban tan perfectamente trabajados y marcados.

<<-¿Acaso no me escuchas? ¡Nicolás es tu hermano! >> y casi cuando me permití fantasear y empezar a ser débil, la voz de mi padre volvió a resonar sobre mi consiente.

Debía serlo, aún así debía mentirle.

-No lo que tu crees...-susurré luego de largos segundos obligándome a mi misma a contener las lagrimas y transformar mi rostro en una piedra. No podía dejar liberar mis emociones, al menos no si quería sonar convincente.

-¿Y que es lo que yo creo?-preguntó rápidamente y aún sin soltar mi mano, manteniendo su ojos inquisidores sobre los míos.

-Que volví por ti...-afirmé sin dudarlo y tratando de no titubear-...y no es así.

Lo triste de todo esto era que mis ultimas palabras eran ciertas. Tenían veracidad, yo no estaba aquí por él, yo no había caído de vuelta bajo este techo para continuar la vida perfecta y maravillosa que dos hormonales adolescentes se habían forjado a creer, no. Yo estaba nuevamente dentro de esta casa con el único propósito de mantener el bienestar de lo persona a la que si le debía todo, Ethan.

Ahora, por primera vez, fue él quien corrió su mirada de la mía, bajándola hacia abajo y dejando en una línea recta sus labios, quedándose sin expresión alguna y soltando precipitadamente mi mano.

-Entonces era cierto-pronunció todavía con su cabeza agacha, dando paso a la luna a reflectar en tonos grisáceos sus mechones dorados-, solo regresaste por el dinero.

-Lamento que no sea lo que esperabas.

-Y yo lamento en lo que te has convertido-contratacó a la vez que mordía con rabia su labio inferior

-Soy lo que siempre debí ser, tu hermana-al escuchar mis palabras, simplemente negó lento con su cabeza, no queriendo asumir la verdad en ellas.

BastardaWhere stories live. Discover now