Capítulo 7 - Bastardos

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-¿Ese niño es mi hijo?

-Basta, Nicolás.

-Solo responde -musitó volviendo a ejercer una leve presión sobre mi, que solo delataba su necesidad por oír lo que él solo quería.

-¡Te he dicho que me sueltes!-exclamé separándome de su agarré de tal forma que juré no saber de donde había sacado aquella fuerza. Al ver su abrupta expresión de asombro pero aún con destello de esperanza en su mirada, sabia que debía cortar el problema de raíz, porqué sabia que debajo de sus dudas, de su búsqueda, de su insistencia, de su cercanía, todavia habitaba en él lo que yo misma contenía en mi interior.

Pero ya nada era lo mismo, nada era como antes. Yo era quien tenia en claro que si un principio esto estaba mal, ahora sabia que en realidad era mucho peor.

Y lamentablemente era mi persona quien debía, mejor dicho, quien tenía el poder y el saber de terminar de una buena vez por todas con esto.

-No es tuyo-susurré negando con mi rostro, todavía con su cuerpo a centímetros y sus ojos que no me despegaban la vista de la mía. Pero se la sostuve, no sé cómo, pero la sostuve.

No dijo nada, simplemente se limitó a continuar con su mirada sobre la mía. Hasta que en un momento, por fin abrió sus labios.

-¿Entonces quieres decir que me dejaste y te encamaste con el primero que se te cruzó?-escupió reacio a lo que él mismo reproducía-Porqué no me dan los números.

-No, yo...

-¿Es por eso que tampoco te interesa buscar a nuestro hermano? ¿Cierto?-volvió a inquirir pero más bien sonó como una afirmación- ¡Encontraste en ellos los reemplazos!

-¡Ya cierra la maldita boca! -chillé enfurecida- ¡No sabes nada, Nicolás! ¡Nada!

-¡Ilumíname entonces! -exigió, pero ante mi nuevo silencio, solo se volvió a incorporar para ahora, mirarme desde un plano mucho más elevado, y se bufó-Es inútil, es como hablar con una pared.

-¿Y tú qué? ¿Qué tanto me juzgas?-inquirí incrédula- ¡Estés comprometido!

-¡Luego de buscarte por años!-dijo furioso y casi gritando, llevándose las manos a sus cabellos dorados, queriendo arrancárselo-, ya perdí la cuenta de las veces que solo me senté en el pórtico de tu vieja casa a esperarte llegar. Las noches que me desvanecí del sueño en la cama que...-hizo una pausa para tragar con dificultad- Jamás apareciste. Por ningún lado, ¡por ningún maldito lado!

En el dolor de sus palabras fue que sentí mi pecho comprimir.

-Estaba haciendo lo correcto...-logré articular y casi sin quererlo, vi reflejadas mis palabras en las mismas que me había repetido Daniel en mi ultimo día en la mansión.

BastardaWhere stories live. Discover now