Capitulo 17| Impulsos

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Dulce

¿Madurar? Madurar era para frutas.

Miré de reojo al demonio, tratando de buscar confianza o hasta su compañerismo pero había algo en su sonrisa confiada y tranquila que me preocupaba.

Damon tenía el cabello de un rubio llamativo mientras yo tenía un hermoso color azul en mi cabello. Bueno, debía admitir que incluso nuestros errores eran los mejores.

En realidad quisimos plasmar algo más así como: NOCHE Y DIA.

Por obvias razones, Damon quería ser el "sol" según nadie brillaba más que él. Por mi parte quede conforme con el azul, era un color muy hermoso y debía admití que estaba entre mis planes rebeldes pintármelo de ese color.

Se preguntarán como llegamos a esto, bien, se los contare.

Cuando hicimos la dichosa carrera, Damon, como lo esperaba, se quedó atrás, y como yo y mi maldito corazón no querían abandonarlo para no tener un cargo de conciencia, decidimos volver a por él, cuando lo hice, Damon ya no estaba.

Ese maldito.

Tenía la no tan ligera sospecha que me había mentido sobre que no sabía manejar una bendita bicicleta, sus palabras y sus acciones iban contra la lógica, lo que me volvía un poco más loca.

¡Oh, sorpresa!

Él muy idiota había tomado ventaja, tomó otro camino, aunque él aparentaba ser torpe con la bicicleta eso no le impidió avanzar, todo el trato quise creer, no manejaba como profesional pero lo hacía mucho mejor de lo que esperaba, solo llevaba una caída.

Al final, para no atropellarnos con las bicicletas por no aceptar un solo ganador, quedamos en empate, yo por agilidad y el por estrategia.

Ambos ganamos y perdimos a la vez, lo que nos llevó a un salón y con un estilista.

—Y bien... —la voz de mi padre me sacó de mis pensamientos — ¿Cómo fue que sucedió eso?

Lo último lo dijo mirando hacia nuestros cabellos, nos veíamos graciosos y eso que nos faltó pintar las cejas. Codee disimuladamente a Damon para que hablara pero el solo se encontraba de brazos cruzados, conservando la paz, dejándome todo el remordimiento a mí.

—Yo... — ¿Qué le iba a decir? Me ganaron los nervios y giré rápidamente para señalar a mi querido amigo —Damon tiene toda la culpa

— ¡¿Qué? ¡—gritó el mencionado, reaccionando por fin.

— ¿Damon? —inquirió papá dedicándole una mirada sorprendido. — ¿Eso es cierto?

Damon agrandó los ojos en mi dirección, lo había traicionado je, y es que después de que estrellé el auto de Damon contra el de mi primo, las cosas no son iguales.

Pero hubo algo, un destello indescifrable en su mirada.

Lo vi suspirar y aparentando ser una santa paloma, se dirigió hacia mi padre.

—Ella tiene razón —admitió cabizbajo —Fue mi culpa.

— ¿Cómo? ¿Qué fue lo que pasó? —insistió mi padre, tratando de negar lo que había dicho el demonio.

Vaya, había asumido la responsabilidad muy rápido. Sospechoso.

—Fue mi culpa, yo deje que Dulce actuara de esa maneja —dejó escapar un suspiro fingido —Le dije que estaba bien que se expresara como quisiera, que no dejara que los problemas la consumieran, solo quería ayudarla.

— ¿Qué demonios estas...? —lo vi sin poder creerlo, este demonio estaba...mintiendo.

—Quería ser su amigo —continuó Damon —Como lo sugeriste Arthur, lo intenté, quería ganar su confianza y creí que la tenía pero cuando llegamos al salón donde pensé que Dulce podría despreocuparse por unos minutos, jamás esperé que ella actuara de una manera tan inmadura y mezclara los tintes, pintando así nuestros cabellos —la mirada de mi padre molesto no tardó en llegar —Yo solo quería ayudarla pero creo que lo empeoré todo, sin duda alguna, me disculpo contigo, Arthur, no pensé que nuestra relación se desarrollaría así.

Prohibido Enamorarse de Dulce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora