Capítulo 10 | Malas decisiones

9.7K 721 529
                                    

Dulce

—El helado de vainilla es mejor que el de chocolate —murmuré.

—No, el de chocolate es mucho mejor que el de vainilla.

— ¿Quién dice eso? —Solté indiferente —Debe tener una pésima razón del gusto.

Damon rió un poco para continuar hablando, nos habíamos quedado despiertos para discutir sobre platillos y postres, en todas las opciones siempre elegíamos las más diferentes.

—Lo digo yo —aclaró, podía jurar que lo hizo con una sonrisa en sus labios —Y yo soy uno de los pocos que tienen un gusto exquisito, dulzura.

—Eres un tonto, eso eres —susurré muy bajo para lanzarle una almohada.

Él me regresó la almohada en un ataque desinteresado.

— Un tonto, un idiota, un imbécil, un egocéntrico, orgulloso... —siguió agregando con sarcasmo —Todo, menos tuyo.

— ¿Quién en su sano juicio querría tenerte?

— ¿Quién no querría?

—Diosito, yo necesito un poco de su autoestima —estiré mis brazos al cielo con dramatismo.

—La autoestima se la construye uno mismo para que otros la destruyan.

—Eso sonó terrible...—dije mientras mis brazos caían a los lados. —Mejor di una mentira bonita.

—Eres una chica con una personalidad de envidiar.

—Bien, solo cállate —pedí con ganas de reír —Dormiré así que no me espíes.

— ¿Por qué te espiaría?

—Porque soy una chica con una personalidad de enviar —solté burlona.

—Muy bien —soltó una corta carcajada —Buenas noches.

Silencio.

Y así fue como el demonio por fin se durmió, después de una no tan corta conversación y debate, decidimos dormir o al menos eso hizo él, para las dos de la mañana del dos de enero ya estaba seca con un tronco, rara comparación pero así parecía.

No podía pegar ni un ojo teniendo a Damon cerca, sorprendentemente y un poco decepcionante a la vez fue que no rompió la muralla en ningún momento, es más, las muralla era la traidora, Damon abrazaba la almohada como si su vida dependiera de ello, la mitad de su cuerpo estaba tapado por las sabanas y la otra la dejaba expuesta a la vista de quien lo mirase.

Un extraño pensamiento azotó mi mente. Si debía de haber una persona que tomara la belleza, el egocentrismo y la maldad de lucifer ese era Damon. No tenía pruebas pero tampoco dudas.

A esta hora él andaba durmiendo como un bonito bebé, pero yo, mejor dicho, mi mente era un caos a inicios de la madrugada. Los pensamientos y sentimientos encontrados me carcomían a esta hora y lo único que brillaba en medio de mi oscuridad era la luz de la luna.

Esperen...luna... ¡Luna! ¡Mi amiga!

Debía de hablar con ella, como había perdido mi celular en vaya saber dónde, no podía recibir llamadas de nadie y con la preocupación de lo que le pudo haber pasado, me levante lentamente de la cama, evitando hacer un ruido para que el pequeño lucifer no se despertara con ganas de arrancarme la cabeza.

Tenía claro lo que iba a hacer y era HUIR ¿Por qué? Pues porque sí.

Camine sigilosamente hasta la mesita que se encontraba al costado de Damon, en ella había una cajita negra donde colocaba las llaves de los autos pero algo me detuvo.

Prohibido Enamorarse de Dulce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora