Capítulo 38 | Noche de Tatuajes (II)

5.7K 532 113
                                    

Dulce

—Dulce, caramelo, agridulce, estrellita donde estas...—las carcajadas de un Damon muy animado me levantaron.

Sonreí por instinto y le lancé una almohada.

—Buenos días, Demonio.

—Buen día, Dulzura.

Cuando terminamos de desayunar, Damon insistió en que me alistara para salir, iba a ser una salida algo casual fue lo que dijo. Cada vez que la curiosidad me carcomía, el solo sonreía.

— ¿A dónde iremos? —pregunté impaciente, mientras me movía exageradamente en el asiento del copiloto.

—Pareces una niñita haciendo un berrinche —se burló —Tranquila, ya vamos a llegar.

Habíamos estado manejando por una hora, de poco a poco veía como nos alejábamos más, si la hacienda quedaba al borde de la ciudad, ahora con Damon parecíamos salir por completo de ella.

— ¿Sabes por qué la ciudad se llama Red Desert?

Lo mire pensativa.

—Cuando llegaron los primeros pobladores encontraron un gran desierto rojo, les pareció tan bonito que decidieron edificar sus casas en estos lares —Conté con tranquilidad, al menos eso era lo que había leído en internet hace mucho.

—Exactamente. —confirmó Damon. — Aunque en la actualidad ya no podemos ver lo que fue, por los edificios y la civilización, hay una parte justo cuando sales por completo de la ciudad que aún conserva ese toque...rojo.

— ¿En serio?

—Sip, cuando sales de Red Desert tienes una larga carretera de treinta minutos, un poco desolada pero podrás observar lo que fue nuestra ciudad.

—Vaya eso no lo sabía.

—Es porque jamás saliste de la ciudad, Dulzura.

—Tienes razón.

—Pero algún día lo harás, te irás fuera del país... —afirmó con confianza. —Conmigo.

—Y me dices loca a mí. —solté con una pequeña sonrisa.

Era bonito imaginar.

Después de unos minutos cuando por fin salimos de lo que parecía ser la ciudad, quedé simplemente asombrada, era verdad, la civilización o mejor dicho lo que era verde fue desapareciendo para darle paso a un desierto completamente rojo.

No importa donde posabas tu mirada todo se veía desolado lo único que se observaba era una larga carretera en frente por recorrer.

El auto se estaciono a un costado, cuando baje, pude sentir la brisa cálida y también pude notar que la carretera tomaba la forma de una ola, a lo lejos se perdía la pista justo en medio de dos cerros.

—Es bellísimo. —susurré.

—Lo es. —Damon se dirigió detrás del auto y sacó lo que parecía ser mi ruta a mi muerte.

Un skateboard.

— ¡Oh, no! —me aleje de golpe. — ¿Quieres que me mate?

—Cómo crees. —Respondió con sarcasmo —Solo me pareció buena idea enseñarte a usar esta cosita linda que tengo entre mis dedos.

Su sonrisa maliciosa me lo dijo todo.

—Me niego.

—Pero yo puedo ayudarte.

—No, tengo miedo.

—Confía en mí.

— ¿Tu sabes usar un Skate?

Prohibido Enamorarse de Dulce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora