Capítulo 10[Promesa]

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Anton Strauss

Marzo 03

Cuando llegamos a la cafetería. Janelle pidió comida como si no la hubiera probado nunca, era como una niña pequeña por lo cual hizo que me divirtiera de vez en cuando, mientras la vendedora la miraba con impaciencia.

Me di cuenta que le encantaba los dulces de chocolate. Cuando terminamos de desayunar sabía que tenía que empezar a pensar que cosas son las que le diré y las que no. Vino vestida con el mismo vestido de ayer y una sudadera gris mía encima, y tacos negros, se veía graciosa, pero a ella le daba igual.

—Bueno... ¿Y bien? Empezarás a decirme quién eres — me cuestionó poniendo sus manos en la barbilla.

Intenté no fijarme mucho en sus ojos, porque me jode que me distraigan como lo hacen.

— Como ya te dije, te diré solo lo que yo disponga— entre todo ello, la verdad no tengo idea de lo que le contaré. Pero sé que lo malo no lo sabrá aún—. Haremos un trato.

—¿Jamás te cansas de hacerlos? —frunció el ceño algo molesta.

—Así estoy seguro que no te saltarás las reglas, Janelle—dije observando como levanta sus cejas y asintió sin muchas ganas—. Bien. Tienes el poder de hacerme tres preguntas—me miró mal—, pero después de que yo te acabe de contar las cosas, así que intenta no interrumpirme—advertí—. Si lo haces antes no te responderé nada. Luego seré yo quien te pregunte a ti, Janelle.

Rodó los ojos y asintió.

—Está bien, comienza.

Me aclaré la garganta sospesando todo lo que pensaba decirle.

—A ver, Janelle. Acabé de cumplir veintisiete años, cumplo el tres de marzo, mi nombre completo es Anton Strauss Lanster—observé la sonrisa en su rostro. Seguro que ni siquiera se ha dado cuenta que lo hace.

—¿Qué? —preguntó confusa y se limpió la comisura del labio.

Pasé saliva con fuerza. Esta mujer me va a matar.

—Estás desviándome de la conversación y ni siquiera te das cuenta— le reproché.

—Yo no he dicho... nada—frunció el ceño.

No quiero esa inocencia.

—No importa, sigamos—respiré hondo mirando a otro lugar que no sea ella—. De pequeño me crie en una familia amorosa, mi madre Sofia Lanster siempre estuvo conmigo cuando la necesitaba. Mi padre, Braulio Strauss fue un gran hombre uno de los mejores empresarios. Todos fuimos unidos hasta cierto punto. A los diecisiete él murió.

—¿Murió? — pregunta y la miré impaciente para que se calle— está bien, no preguntas.

—Si Janelle, murió. En aquel entonces vivía en Berlín, conocí a un chico el cual me llevó a Londres para trabajar en...—estuve a punto de decirle en que y me aclaré la garganta mientras ella me miraba curiosa.

—¿En qué trabajabas? —entrecerró los ojos.

Tenía que preguntar.

—Solo lo que yo decida decirte—le recordé y su cara de decepción fue notoria—Janelle—la llamé y le tomé de la barbilla—. Todo a su tiempo.

—Todo a mi tiempo, Anton—aclaró y la solté rodando los ojos—. Si ahorita no te vuelvo a preguntar es porque recién estoy comenzando a conocerte y aceptaré tu privacidad...

—Eres demasiado terca, Janelle.

—Tú me escogiste, te aguantas—soltó apoyándose en el espaldar de su sillón con los brazos cruzados—. Te escucho—murmuró mirándome fijamente.

RULER Libro I  (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora