Capítulo 43 [Génesis 2]

4.2K 192 23
                                    

Anton Strauss.

Rusia-Krasnodar

Los disparos no cesaban en la parte trasera de la casa. El frio era desgarrador. Los que pelean en las próximas tarimas a la mía, sueltan golpes que de no ser sanguinarios ya los habrían matado en segundos.

El que sea esta noche esparce desenfreno por todos y cada uno de los asesinos. Y a mí me carcome la rabia y el odio que ni matándolos a golpes se me pasará.

Cada golpe que lanzado a mi contrincante es la adrenalina que recordarla hace que el pecho se me acelere. Acabo propinándole otro golpe en el rostro, lo esquivo y levanto mi rodilla para patearlo con fuerza contra el suelo.

—¡Levántate! ¡No me sirves si eres así de débil!

Escupió sangre contra el suelo de la tarima y con mayor rabia que con la que me miraba hace un momento, asiente levantándose. Se pone en posición y como si cada golpe que le di hace un momento no hubiera pasado se prepara para atacar. Pero sé lo débil que se siente. Al menos este no será tan inútil como pensé.

—Para—ordené.

—Señor, el entrenamiento es hasta que uno de los dos caiga.

—Y sábenos que el que caiga no seré yo. Así que alístate que tenemos ocho o nueve horas de viaje, y muerto no me sirves. Avisa a los de tu fila—espeté.

—Como ordene señor.

Bajo de la tarima no tan cansado como quisiera, pero si con más ganas y fuerzas que las de hace un momento. Él se acerca a los demás y observo como en línea salen de mi campo de visión.

—Creo que es la centésima vez que intentas matarlos, Anton—me reclama Meil.

Me acerqué a tomar una de las botellas de agua. Calmando la sed y la horrible sensación que no me deja en paz, como también ese maldito deseo excesivo que no termina, solo parece aumentar. Y Meil no es lo que deseo, pero la idea de que ella podría calmarme de alguna manera se me cruza por la cabeza en momentos.

—Deja de fastidiarme Meil. Has algo mejor y ponte a entrenar—me giré y fruncí el ceño, fastidiado.

Ella no es que ayude mucho con ese maldito cabello al cual lo tiñó de negro. Y es peor con la ropa que no entiendo como la puede usar en este frío intenso. Nada me ayuda con la abstinencia que intento aguantar.

—Estresado de mierda, deja de hablarme así.

—Meil—espeté—. ¿Qué quieres?

Miró hacia el suelo y sonrió con nerviosismo.

—Solo... que te calmes—pide con la voz aguda.

Fruncí el ceño y comencé a acercarme a ella, pero sin dudarlo comenzó a caminar hacia atrás. Estuvo a punto de tropezar y alcancé a sostenerla de la mano.

—¿Qué te pasa torpe? —cuestioné y levantó la mirada. La ira me hizo tragar con fuerza para no empeorar esta situación—. ¿Te medicaste?

Negó con la cabeza y la tomé del mentón. Su postura ahora mismo era la de una complaciente mujer y la imagen de todo lo que podría calmarme se me cruzó por la mente. Cerré los ojos respirando hondo.

—¿Estás molesto?

—Estoy jodidamente cabreado Meil. Quiero que te largues

Sentí su mano acariciar mi entrepierna, algo que me hizo tensar la mandíbula y que la verga reaccioné de inmediato. Ella sabe cuánto lo necesito.

Su mano descendió al filo de mis pantalones y de alguna manera me sigue enloqueciendo lo descarada que puede llegar a ser.

—¿No quieres jugar Anton?

RULER Libro I  (+21)Where stories live. Discover now