Capítulo 41 [Génesis]

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Mark Travis

Las tinieblas me envuelven de a poco. La sangre hierve en mis manos. No es sangre mía. La rubia me espera sentada en el trono, sintiéndose victoriosa, poderosa. Y mi satisfacción es verla caer de ese pedestal.

Lo infernal está destinado a arder, no a amar. Lo leí en alguna parte sabes... Y que cierto suele ser—sonreía mientras me esperaba—. ¿Qué recompensa debería tener una alama perdida como la mía?

—La recompensa de que yo te amo.

—Tú no te enamoras, tú humillas y engañas. ¿Qué esperas de mí? ¿Sexo? Te lo daré sin cuestionarte. Cada una de las acciones a las que me vi expuesta por ti, son solo para ti. Eres tan infeliz que logras hacerlo con los demás.

—El placer también lo sentirás tú. Y no Meil, no soy infeliz.

Sus ojos ardían de rabia pero sin perder el intenso deseo de ser follada. Sus piernas se movían de un lado a otro, con lentitud, pero con desespero.

—No. Me acostumbré a sufrir, y debí cogerle placer por obligación. ¿Qué otra opción tenía? No tienes alma, no sientes nada. Eres tan vacío como tan maldito despreciable.

Me reí. Su rabia solo es gasolina para que el placer del momento sea brusco, posesivo, sin perder un puto gramo de lujuria

—Puedes decirme todo lo que quieras. Me perteneces, y de aquí no sales hasta que lo entiendas.

—Morirás esperando entonces.

—¿Jamás sentirás lo que siento por ti?

—Ni muerta...

La droga no duraba mucho. De a poco la iba perdiendo de vista.

La imagen de la mujer que cabalga sobre mi apena abrí los ojos, hace que me llene de furia. Porque no puedo encontrar a alguien que se le compare. No puedo encontrar a alguien que me ponga la verga tan dura con el despotismo que esa mujer lo hacía. La amaba a la maldita. ¿Qué putas le hizo falta a mi lado?

—¿Más duro? —gimió con el cuerpo sudado y los senos saltando mientras se daba placer y esto a mí no me causaba la mayor gracia.

—Date la vuelta —ordené.

Salió de mí y lo hizo sin rechistar, lo odiaba. Tan simples...

Se puso en cuatro, sosteniéndose de las sábanas con fuerza porque sabe lo que le espera. Me levanté para tomar la fusta de cuero y al primer golpe que lancé, su chillido comenzó a llenarme de éxtasis.

—Amo...

—Cállate. No te he pedido que hables.

El cabello de la rubia de curvas ardientes se echó para atrás con fuerza al segundo golpe. La piel blanca comenzó a tornarse roja, pronto la veré más colorida que ahora.

Lancé un par de golpes más, logrando excitarme lo suficiente para poder cogérmela hasta terminar. Me acerqué jadeante, mientras escuchaba su sollozo ahogado. La tomé de las caderas con la presión que me causa mayor placer y comencé a penetrarla. Sus fluidos comenzaron a regarse, facilitándome el trabajo de estocarla a mi manera.

Terminé y le ordené que se fuera. La acción fue acatada con descuido. Con dificultad salía de la habitación y negué. Malditas inútiles débiles. Ninguna con la fuerza de mí amada Meil.

Lo único que tenía, lo perdí. Y han pasado años... pero aún la siento, aún sigo lamentándome pero no arrepentido por haberlo hecho. Aun pienso que la toparé por uno de los pasillos. Tan dominante de ser necesaria y tan sumisa a mi petición.

RULER Libro I  (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora