❝Hace tiempo alguien me explicó la historia de un paraíso que se hallaba más allá del mar. Me preguntaba qué tan desdichado había de ser alguien para nacer en el infiero, qué tan egoístas habían de ser otros para abandonar a los demás a su suerte en...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
A ojos de los altos mandos y de los habitantes de la ciudad subterránea, existía un único acceso a la superficie, uno, cuyo coste de uso no hacia más que elevarse. Las condiciones parecían ser cada vez peores para todos, y la superficie cada vez los descuidaba más, para muchos parecía que el destino de los habitantes del subsuelo era claro: morir de hambre.
Pero alguien tenía un secreto...
Los pájaros surcaban el cielo libremente, el sol brillaba como en una tarde de verano, su luz incluso atravesaba la profunda arboleda, y se escuchaba el agua del río correr colina abajo, creado así un aura de tranquilidad impropia de la vida tras los muros.
— Esta a punto de anochecer — gritó Andreas hacia el lugar en el que se encontraban sus amigas, las cuales hasta ahora solo se habían preocupado de bañarse en el río y descansar en sus orillas. Mientras tanto él había estado toda la tarde intentando hacerse con varias piezas de peces.
Los tres se ocultaron entre los árboles del bosque, mientras la luz del sol desaparecía, aun así vestían con capas que lograban ocultar su identidad, y por primera vez, en una de sus misiones, estos se movían entre los árboles con el equipo de maniobras tridimensional. Habían estado unos tres meses haciendo uso de ellos en el subsuelo, creían que sería peligroso usarlos en el exterior sin una buena preparación y ahora la tenían.
Tras las jornadas de cosecha en las granjas de la nobleza e importantes terratenientes en el muro Rose, varios carruajes se dirigían a las poblaciones más pequeñas y dispersas de las zonas más boscosas, momento que ellos utilizaban para atracarlos y huir así con todo lo que pudieran llevar en sus manos.
No era mucho, pero era suficiente, por un lado conseguían el favor de la ciudad subterránea, por otro, no quitaban lo suficiente a los mercaderes como para ser tomados como una verdadera molestia. Además se encargaban de atracar a proveedores distintos, en distintas zonas del bosque, eran vistos entonces como una amenaza espontánea, lo que les permitía jugar con el factor sorpresa de su lado. Esta noche, este atraco sería distintos, todos ellos suponían que con el equipo de maniobras, no solo iba a ser más fácil sino más divertido.
Los tres se situaron en las copas de los árboles que rodeaban un camino, para así esperar y emboscar a los mercaderes que solían pasar por esa zona, debido a que ese camino era el único conectaba la granja de los Stratmann con un pueblo perdido en mitad del bosque, situado en el sur-este del muro Rose.
— Ya se escucha el rechinar de los caballos — anunció la de cabello azabache mientras se recogía el cabello. A ese momento le prosiguieron un par de minutos de silencio, mientras los tres esperaban al momento exacto.
— ¡Ahora! — Kenna gritó desde lo alto de un árbol, mientras con el equipo de maniobras tridimensionales Andreas se lazaba a cortar las riendas y amarres de los caballos, quienes debido al escándalo salieron corriendo.
