❝Hace tiempo alguien me explicó la historia de un paraíso que se hallaba más allá del mar. Me preguntaba qué tan desdichado había de ser alguien para nacer en el infiero, qué tan egoístas habían de ser otros para abandonar a los demás a su suerte en...
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¿Que mierdas?¿Donde estoy? Se sentia como un sueño, pero uno demasiado realista. Mire mis manos, eran más pequeñas de lo que recordaba. Mi ropa era la propia de un soldado, o más bien dicho, de un guerrero de Marley, y además llevaba ese asqueroso brazalete.
Es de noche, pero la luz llega de distintos lados, la luz producida por los disparos, las explosiones y el fuego, logró divisar en la distancia un gran muro, una fortaleza. El ambiente está cargado de una espesa niebla, es pólvora y humo. Tras las explosiones se escuchan gritos, ordenes, y lamentos. Logró escuchar en la lejanía gritos en un idioma que no conozco, y en el lado opuesto de esa llanura en llamas uno que conozco demasiado bien — ¡Retirada, volver a las barricadas! — un escalofrío recorre mi cuerpo de la cabeza a los pies.
Yo he estado aquí antes. Yo ya he vivido esto. Trague saliva. Joder, no lograba recordar ese día, no con claridad, no hasta ahora. No lo recordaba tan horrible. Fue semanas antes de llegar a Paradise, era parte del entrenamiento de los guerreros, de la evaluación final.
— El campo de batalla — dijo una voz a mis espaldas. Esa voz... No me hizo falta girarme para saber que se trataba de Marcel — Supongo que es uno de los pocos lugares en este mundo que nadie echaría de menos ¿verdad? — Añadió mientras se colocaba a mi lado.
Parpadeé incrédula un par de veces — Vaya... — suspiré — ¿ya me he muerto? ¿así es el infierno? — pregunte atónita.
El río. Después de tanto tiempo por fin le estaba volviendo a escuchar. Esa risa que creí haber olvidado, esa mítica risa que el tenía, la risa de un niño, en mitad de un lugar tan desolador como la guerra misma.
— No, sigues viva, de momento simplemente estás en una situación algo complicada.
— Sí, meterme en situaciones algo complicadas es mi especialidad — El soltó una risa nasal — Entonces, si esto no es el infierno ¿que coño es?
— Los caminos. Aquí no existe el tiempo ni el espacio. Por eso estamos reviviendo ese día.
— ¿Ese día? — ladee la cabeza.
— El día que Frieda Reiss te hizo olvidar. El día en que supuestamente cometiste tu mayor pecado.
Entonces escuché la explosión. Los últimos misiles que quedaban en las trincheras, que hasta ahora habían apuntado toda su munición al frente de esa fortaleza, se habían redirigirlo al borde izquierdo de esta. Concretamente, a una parte de ese muro cuyo estado era bastante lamentable si lo comparábamos con el resto. Era un punto débil, y en aquellos momentos era la única que podía darnos esperanzas.
Yo fui quien se lo dijo al comandante.
Y entonces escuché la voces de los demás soldados, como corrían, medio eufóricos, como unos niños les seguían, unos niños que jamas se imitaron ante lo que vieron ese día con sus propios ojos. y allí lo recordé todo.
