❝Hace tiempo alguien me explicó la historia de un paraíso que se hallaba más allá del mar. Me preguntaba qué tan desdichado había de ser alguien para nacer en el infiero, qué tan egoístas habían de ser otros para abandonar a los demás a su suerte en...
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Me encontraba en proa de un barco de grandes dimensiones, era una fragata de la armada marleyana, a lo lejos, en el horizonte, se vislumbraban altas columnas de humo mientras el color incandescente del fuego teñía el cielo de un color rojizo, vire mi mirada más arriba en el firmamento, dándome cuenta, de que estaba empezando a lloviznar...
— Has de virar hacia el norte, son los barcos más viejos, y la gran mayoría del personal son críos que acaban de graduarse de la escuela militar — la voz de Ymir retumbó en mi cabeza, acababa de llegar, y había cumplido con lo que le había pedido, inspeccionar la zona.
— Si vas hacia el noroeste puede que gran parte de la armada pueda escapar, los altos dirigentes de la tropa oeste, digamos que están sufriendo las consecuencias de comer pescado en mal estado — añadió Marcel, quien acababa de llegar justo detrás de ella.
— Al sur están los mejores barcos, creen que si dais la sensación de estar atrapados no os moveréis hacia ningún lado, por eso además están mandando nuevas tropas de refuerzo, pronto recubrirán el lado suroeste también. Lo han apostado todo a ellos — sentenció Bertolt.
Me giré encontrándome a los tres de cara, Marcel y Bertolt miraban expectantes — Ya sabes lo que vas a hacer, ¿no? — espero Ymir mientras se acercaba a la barandilla.
— Porco está aquí — anunció Marcel antes de que una explosión en la lejanía lo tiñera todo de negro.
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[Año 852; Aguas del Medio Oriente]
— De Roche, ¿¡Cómo es posible que te pongas a dormir en situaciones así?! — la voz de Galliard retumbó entre las paredes de mi camarote.
— Joder, Porco no vayas dando esos portazos — farfullé aún medio atónita debido al gran estruendo.
— No ha sido un portazo, ha sido una explosión que proviene del sur, vamos a ir a ayudarles, necesitamos tu orden — anunció mientras aún me levantaba de la cama.
Desde mi camarote se podían escuchar los pasos ajetreados de los demás soldados, y aún muy sutilmente, también se escuchaba el ruido que provocaban las gotas al caer contra las partes de acero de la fragata. Se estaba formando una tormenta en el exterior.
Di unos pasos antes de llegar a la puerta donde Galliard me esperaba — Ni de coña — espete una vez estuve delante de él.
— ¡Pero bueno! ¿Vas a dejar que nuestras tropas caigan? ¿Es que estás demente? — pregunto algo enervado.
— Te lo repito, ni de coña nos vamos a ir hacia el sur, eso nos sentenciaría a todos — dije antes de cruzar el marco de la puerta y encaminarme hacia la sala de mandos mientras Galliard seguía mis pasos.
— ¡Atención todos! ¡Mandar un aviso a todas las naves que queden en pie! ¡Viramos hacia el noroeste! — grité todo eso a pleno pulmón, para asegurarme de que toda la gente presente en el barco me había oído.
— ¡A sus órdenes, comandante! — fueron las palabras, que aún descoordinadas, se empezaron a oír por todo el barco.
— Que seas comandante no significa que puedas hacer con la armada lo que te apetezca — comentó Galliard a mis espaldas — Hay dos buques en el norte que podrían rodearnos, en cambio, en el sur oeste no hay nadie, es una vía de escape perfecta si la situación es desesperada, y podemos salvar a los nuestros... — dijo eso último justo antes de barrarme el paso, colocándose justo en frente de mí, en mitad de unas escaleras.
— ¿Qué vas a hacer si nos rodean De Roche? — inquirió en un intento de hacerme cambiar de opinión.
— Lo bueno de estar rodeados, es que podemos atacar en todas las direcciones — obviamente no le iba a decir el porqué de mis razones por pesado que se pusiera — además, tenemos cañones nuevos, estoy ansiosa de probarlos — añadí antes de empujarle para que se hiciera a un lado.
— ¿Hey, qué tal vais por aquí? — dijo Zeke apareciendo casi de la nada, bueno, bajando las escaleras desde piso superior, ajeno a toda la tensión que Galliard emanaba.
— ¡Por favor! ¿¡Puedes intentar convencer a tu mujer para que no nos lleve a una misión suicida!? — gritó casi desesperado, a lo que yo rodé mis ojos y fruncí el ceño
— Te he dicho mil veces que no somos nada anormal — respondí de mala manera, a lo que Zeke respondió poniendo su mano sobre uno de mis hombros.
— Juraría que esta es la cuarta vez que me pides eso, y al final no había nada de lo que alarmarse Galliard — respondió pacíficamente, mientras yo bufaba hastiada de tener de soportarles a ambos.
— Entretenlo tú por mí, ¿quieres? — dije al pasar por su lado y seguir mi camino hacia la sala de mandos.
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"Dos personas olvidándose solo están queriéndose de otra manera"
