Capítulo 53: Magia, la mejor amiga de cualquier dolencia.

3.4K 428 137
                                    

Los periódicos de Obelia aparecieron llenos de especulaciones sobre la fallida salida de la familia Imperial. El mero hecho de que la familia más famosa del Imperio se hubiera aventurado a convivir con "la plebe" no sólo generaba curiosidad, sino también suspicacia.

En Obelia, no se quejaban de su gobernante, porque aquel era bueno en lo que hacía y tenía la gracia de Dios. Pero tener a un Emperador que nunca daba la cara en público y cuyas hijas nunca se habían visto más que como figuras lejanas dentro de sus palacios o en sospechosos panfletos en donde lucían antinaturalmente hermosas, levantaba el desapego de hasta el más conservador.

—Es que no quiere mezclarse con gente de baja cuna. Siendo el Emperador, debe creer que su sola presencia no es merecida por la gente común, ni hablar de sus adoradas Princesas—decían algunos, en un bar de la capital.

—Oh, no. Estoy seguro que sus hijas son deformes, por eso le pide a todo el mundo que diga que son tan hermosas como rosas y no permite que den la cara al mundo. ¡Todo por qué son hijas ilegitimas! Si hubiera tenido hijas de un matrimonio, estas cosas no hubiesen pasado. ¡Es un castigo de Dios por su adulterio!

—Que seguro son antipáticos.

—No, seguro son más tontas que un burro.

—Ah, ¡ya cállense!—un hombre joven se levantó, harto de la charlatanería—, yo mismo las vi en la Opera. Son tan hermosas como en los panfletos y mucho más simpáticas. ¿No ven que el Emperador las mantiene a salvó porque hay alguien allí afuera que desea hacerles daños? ¡Ay de nosotros si la familia Imperial perece! ¡Obelia caería de nuevo en las tinieblas y la guerra!

Todos en el bar asintieron.

—Entonces, hay alguien que desea hacerle daño a nuestro Emperador...

Sobre la identidad del transgresor, todos especulaban, y se había llegado a proponer que era desde un noble resentido a un simple anarquista, pero nadie atinaba. A lo que si atinaban era a la condición de Jennette. Luego de verla desmayarse en la plena entrada del teatro, los rumores sobre la joven princesa y su delicado estado de salud corrieron por el Imperio más rápido que cualquier otra noticia.

"La princesa de plata, hija de la casa Judith, ha sido envenenada" anunciaba una imprenta sensacionalista, y la verdad es que no estaba del todo equivocada.

Jennette estaba envenenada y por su propio mana.

Tatiana no podía sentirse más que inútil al ver a su hermanita sufrir en la cama, con dolores y fiebre. Intentó varias veces acercarse y curarla, pero su magia todavía no era tan fuerte para contrarrestar una magia negra tan potente como la de Jennette, que consumía todos los días de manas ajenos.

Y todo era su culpa.

Si hubiese mirado con más cuidado, si no se hubiera distraído mirando al bebé y a Athy, o hubiera tomado fuerte la mano de Jennette, ella no hubiera tenido que recurrir a su inexperta magia para salvarla de Anastasio, entonces no se hubiese envenenado al chocar con su propia magia y todo hubiese acontecido de forma natural.

Pero no.

Tatiana tuvo que ser una inútil.

Hubiera querido llorar en ese momento, pero durante aquellos tres días en los que Jennette había pasado fiebres y dolores insoportables, lo único que había hecho era llorar. Ya estaba seca, no tenía más lágrimas.

—Hermana—Athanasia entró cautelosa a la habitación de Jennette. Habían acudido a la llamada del Emperador prominentes médicos y magos, pero lo único que lograron fue calmar el dolor de la Princesa Imperial. Así que era la primera vez en tres días que Nette dormía algo y Tatiana estaba allí, vigilando cada minuto de su sueño—Hermana—Athy repitió de nuevo—, debes comer algo.

¿Quién me convirtió en la hermana mayor de las princesas?Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu