Capítulo 16: El pastel de fresa se comparte bien.

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Aunque Athanasia fuera más que capaz de ganarse el corazón de Claude por su cuenta, Tatiana confabuló todo lo posible para que ella y el Emperador tuvieran el mayor tiempo compartido. Así que se acercaba a la hora del té, con Athy en brazos, y sonreía.

—¿Papá tomará el té con Athy y Taña?

Aunque Claude fingiera indiferencia, el hombre no podía negarse

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Aunque Claude fingiera indiferencia, el hombre no podía negarse. Le ordenaba a los sirvientes colocar otras dos sillas y mandaba a pedir dulces. Ese día en especifico, ya era otoño y Lady Lilian había vestido a Athy con un cómodo y mullido vestido para el frío, lucía tan bonita con su capucha llena de ribetes y lazos que Tatiana la halago todo el rato.

—¿No luce adorable hoy Athy?—rió—, ¡Taña es afortunada de tener una hermana y un padre tan bien parecidos. ¡Soy muy feliz por eso!

Claude sólo la miraba, si ninguna expresión en su rostro.

—No digas tonterías, come o las urracas se llevaran tu pastel.

Que tierno, estaba avergonzado.

—Sí me permite, creo que la Princesa Tatiana también está creciendo tan hermosa como una flor—Félix interrumpió —, si lucirá como Lady Sonia, será una dama formidable cuando crezca.

Como la tonta enamorada que era, Tatiana se sonrojó por respuesta. Al contrario de Athy, ella no confiaba mucho en su belleza, ¿cómo hacerlo cuando su modesta belleza de niña noble era eclipsada por la casi fantasiosa hermosura de Athanasia y Claude? Por ello, cualquier halago la hacía avergonzarse.

—¡Ah, Félix!—ella chilló, y el caballero rió por respuesta. La risa no le duró mucho, porque Claude le miró y con una voz rígida le dijo:

—Félix, retrocede tres pasos atrás.

—Sí, Su Majestad—obedeció sin chistar.

Tatiana lo seguía pensando, no se merecían a Félix.

Athanasia siempre observaba esos intercambios con ojos curiosos, y luego golpeteaba con su pequeña manito el brazo de Tatiana.

—¡Pagteg!—exigía, recordándole a su hermana mayor que debía darle otra cucharada de pastel y sin hacerla esperar, Tatiana le daba otro bocado.

A medida que pasaba mayor tiempo con ella, era curioso como aquella niña que había leído se volvía tan palpable a sus ojos. Athy en verdad adoraba los dulces a un nivel que Tatiana, siendo una repostera amateur, no había logrado jamás.

—A Athy en verdad le gusta el chocolate, ¿no es así?—le arrulló. Claude sólo pudo ver como la pequeña bebé sonrió grande, con sus pocos dientes delanteros sobresaliendo.

Esas dos pequeñas, charloteando allí, jugando con su pastel e intentando tomar té... eran sus hijas.

De repente, tener dos hijas ya no parecía tan insulso.

¿Quién me convirtió en la hermana mayor de las princesas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora