Capítulo 39: El Árbol de la Promesa.

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¿A quién demonios se le ocurría hacer un pacto divino en las catacumbas? Mirando las ratas y cucarachas pasar por los oscuros túneles bajo Obelia, Tatiana entendió que sólo a alguien tan excéntrico como Lucas se le ocurrían tales cosas.

—Tenía que ser un lugar oculto, un lugar en donde no cualquiera pudiera acceder—él explicó, una bola de luz convocada los guiaba por los intricados pasadizos desde hace un rato. Para ser sincera, Tatiana ni siquiera sabía en donde estaban, podrían estar muy bien bajo la Ciudad de las Joyas, o a miles de kilómetros de la capital. Lucas sólo había chasqueado los dedos y ellos se habían encontrado bajo tierra, dentro de túneles polvorientos y olorosos a putrefacción.

—Ught, ¿no podía ser un campo? ¿Con flores y olores agradables?—Tatiana se quejó. Ella ni siquiera quería ver los huecos dentro de las paredes. Sabía que Obelia estaba llena de catacumbas en todo el imperio, que habían sido utilizadas como fosas comunes para los innumerables muertos de guerra que cayeron antes de la formación del imperio.

Las antiguas guerras con Siodonna y Atlanta habían sido tan legendarias como sangrientas, ahora que había tiempos de paz desde hace milenios entre los tres imperios, era casi un mal sueño imaginar que las tres naciones se trajeron tanta destrucción las unas a las otras en un pasado.

—Nadie se acerca a las tumbas, niña—él bufó, pasando por otro pasillo. Tatiana tenía mucho cuidado de no pisar en falso con sus nuevos tacones rojos y mantenerse muy pegada a Lucas, porque la luz era escasa y la oscuridad engañosa.

Ella era una clarividente, pero las sombras siniestras seguían siendo tenebrosas.

—Nadie se acerca al desierto. Pudiste hacerlo en el desierto—ella afirmó con vehemencia.

—No hay desiertos en Obelia—de nuevo, Lucas repuso si una pizca de lastima por el miedo de Tatiana.

Un repentino ruido sonó tras sus espaldas y Tatiana chilló, aferrándose a la túnica de Lucas con el corazón en la garganta.

—¡Ahhh!

—Es sólo una roca—él barbulló, apuntando la luz hacía un pedazo de roca que se había desprendido del techo—, no seas miedosa.

Era para él fácil decirlo, tenía dos mil años de vida.

A quién engañaba, ni con dos mil años de vida Tatiana dejaría de temerle a la oscuridad.

—Entonces, este es lugar en donde el Emperador Antion y tú hicieron los votos para proteger a Obelia—Tatiana habló en voz alta, una vez reanudaron el paso. Hablar en voz alta, de alguna forma, aminoraba la sensación de estar sumergiéndose más y más en las puertas del infierno.

—Así es—Lucas asintió—, ese tonto estaba tan entusiasmado por comandar todas las fuerzas de los otros reyes que ni siquiera preguntó qué pediría yo a cambio.

—¿Pediste algo a cambio?

—Ya te lo dije. Ser el mago divino de su imperio, ellos mantendrían mi cara vida y no harían preguntas. Pero el estúpido puso todo a su favor, pidiendo que yo guiará a toda su descendencia para que gobernara con sabiduría, por eso debía entrenarlos a todos hasta la adultez— Lucas siguió caminando, sin en verdad prestar mucha atención a su propia voz, ni al hecho de que Tatiana seguía aferrada a su túnica—, no era realmente algo aburrido, su familia dio algunos magos algo útiles. Hasta que Aetheritas llegó, él era realmente un desperdicio de mi tiempo. Entonces... no recuerdo bien, creo que simplemente me dormí... Ah, llegamos.

Frente a ellos, el túnel se había ensanchado para dar espacio a una enorme puerta de piedra con grabados intrincados. Los antiguos escudos de los reinos de Oday, Lobe, Llian y Fierce grabados a cada extremo. Tatiana podía sentir la magia antigua que manaba del lugar como una corriente poderosa y temible.

¿Quién me convirtió en la hermana mayor de las princesas?Where stories live. Discover now