Capítulo 34: ¡Sir Gillian!

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Un día, la noticia de que las tropas del norte se estaban moviendo a la capital simplemente llegó y, para cuando Tatiana se enteró, lo tenía justo en frente.

Oh, Dios.

No podía ser.

—¡Sir Gillian!—Tatiana, completamente extasiada, miró con ojos brillantes al capitán de las fuerzas del norte. Él, sonriente, se inclinó, haciendo que todo el batallón que caminaba por los pasillos tras él tuvieran que imitarle.

—Es un placer volverme a encontrar con usted, Su Alteza Imperial—saludó él, con extrema cortesía, siguiendo los protocolos que sus títulos les obligaban a acatar. En este caso, Tatiana tenía que dar un pomposo agradecimiento y saludar con todos sus títulos de cortesía al joven capitán.

¡Nada de eso! ¡Ella iba a abrazarlo!

Sin esperar un segundo, se lanzó a los brazos del hombre y rió como un bebé encantado. Él olía exactamente como recordaba, a espuma para afeitar y pasto recién cortado, y su abrazo se sentía tan bien como una frazada tibia en invierno.

¡Cuatro años esperando verlo de nuevo y allí estaba él al fin!

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¡Cuatro años esperando verlo de nuevo y allí estaba él al fin!

—Su Alteza, yo también estoy muy complacido de verla, pero me temo que no es adecuado—él suspiró, sus cálidos ojos verdes mirándola con cariño, luego bajo la voz, susurrando:—entiéndalo, mi pequeña damita.

¿Uh? ¿Era por los soldados? Tatiana miró a todo el batallón que los observaba con curiosidad  y, sin dejar de abrazar a Arthur, frunció su pequeño ceño y dijo: —Retírense, es una orden de la heredera Imperial.

Para ser alguien de diez años, su voz sonó tan grave que no quedo ningún soldado en el pasillo para cuando Tatiana volvió a enterrar su rostro en el torso de Sir Gillian.

¡Estas eran las ventajas de ser uno de los pequeños tesoritos de Claude! No importa si tu voz era la de una tierna niña, simplemente sonaba como una amenaza no complacerla cuando se sabía que era la hija del Emperador.

—¡Estoy tan feliz de volver a verlo!—Tatiana exclamó, sin dejar de abrazarlo, él, sonriente, simplemente le palmeó la cabeza.

—Ha crecido mucho en estos años, damita—él dijo, con voz suave y cariñosa, Tatiana casi se derrite en sus cálidos brazos cuando él dejó su mano acunando su mejilla.

—¿Se ha mudado a la capital al fin?—ella suspiró, extasiada.

—No.

Uhmn. Eso derrumbó todo el aire de cuento de hadas.

—¿Cómo que no?—Tatiana se separó, completamente exaltada.

—Hemos arribado a la capital por una llamada urgente de Su Majestad. Por ahora, nuestras ordenes son venir y regresar—él se sonrió, tan poco consciente de que hundía el corazón de Tatiana en un profundo abismo.

¿Quién me convirtió en la hermana mayor de las princesas?Where stories live. Discover now