Capítulo 65: ¡Adiós, Lord Ijekiel!

2.2K 223 105
                                    


Un clavel marchito descansaba sobre los guantes de Tatiana cuando Lucas carraspeó.

—Tus pensamientos son caóticos, me molestan—El rostro de Lucas era el de un joven maduro aquel día, su brillante cabello negro estaba recortado por encima de sus orejas y sus ojos eran dos afilados orbes rojizos que la miraban con molestia.

Mientras Tatiana analizaba sus palabras, el clavel en sus manos recobró su color, una serie de franjas de rojo y blanco que apenas se mezclaron entre sí con abruptas ralladuras de coloración, Tatiana había estudiado su significado en las clases de etiqueta, pero en ese momento no recordaba el significado preciso de ese tipo de clavel.

Reconocía que había algún tipo de conflicto en los patrones abruptos de los claveles rayados, pero también a su vez estaban ligados a un sentimiento positivo.

Lo descartó con pereza, tampoco recordó el significado de la otra docena de plantas que curó antes de aquella, la explosión masiva de Jennette le había dejado tarea para semanas y Lucas no había desaprovechado la ausencia de las lecciones de Nette para intensificar las suyas.

Eso la llevaba de nuevo a estar consciente de cómo le miraba Lucas, casi como si le culpará por tener pensamientos sombríos.

—¿Cómo sabes si quiera lo que pienso?—respondió, con un tono que insinuaba cierto orgullo. Lucas frunció el entrecejo enseguida.

—Mi magia es absoluta y ahora mi mana está completo. ¿Cómo podría no saberlo? Esa es la verdadera pregunta.

A veces, Tatiana se preguntaba cómo no lo había ahorcado mientras dormía.

—Y aún sabiéndolo—la pequeña princesa bufó—, no crees que lo que me causa angustia puede tener fundamentos reales. Ese es el nivel de tu vanidad.

Por su parte, Lucas tampoco hallaba una respuesta de por qué no se había deshecho ya de la petulante niñita. Al mirarse a los ojos, la afición cimentada por meses de convivencia más que por un verdadero deseo de conocerse les hizo ceder a regañadientes. La naturaleza humana los obligada a, al menos, soportar la existencia del otro y aquella era una condición de la que no se podían deshacer.

Como la mayoría de veces, Tatiana fue la primera en interrumpir el silencio para retomar su discurso.

—¿Me negaras que es así? Conozco el destino de todos en esta ciudad, nací con el don de conocer mi futuro y aún así dudas de lo que digo y de las consecuencias que puede causar el que me ignores.

—Aún debes aprender mucho.

El bufido cansado de Lucas enervó más a Tatiana.

—¿Aprender? ¿Qué debo aprender? Conozco tu destino, Lucas. Conozco cosas de ti que temes saber.

Lucas volteó de nuevo a mirarle, pero aquella vez hubo una dureza en sus ojos que alertó a la muchacha, podía estar muy cerca de alguna fibra sensible para el mago milenario de corazón hechizado.

—El futuro cambia, es un flujo constante con corrientes cambiantes, tú don no es un dictamen que se escriba en piedra, ¿eres tan tonta que ya se te olvidó? No me gusta enseñarles a tontas.

El ataque era claro y Tatiana pudo haber pescado el anzuelo para desviar la conversación hacia un tema más trivial y mucho más sentido, pero si Lucas era una pared de roca solidad, Tatiana era la terca gota que roía con insistencia a través de los siglos. Ella se acomodó en la silla de mimbre y tomó aire para exponer su punto con una voz clara y alta:

— Esto es algo con más peso que una simple visión, algo tan grande que podría cambiar tu vida—declaró, afianzando el clavel rayado entre sus guantes blancos.

¿Quién me convirtió en la hermana mayor de las princesas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora