Capítulo 60: Una carta desde Anatolia.

2.5K 310 99
                                    

Tatiana reconoció el prado de su niñez con inusitada rapidez, allí donde todo era verde y florido, acunándola con el frio viento de la montaña. Ella dio una vuelta sobre su ligero cuerpo de niña, haciendo que el sencillo vestido de campesina danzara con el viento. La sensación la hizo reir de felicidad.

¡Cuánto extrañaba el grácil viento de las montañas! ¡La despreocupación de vivir como una campesina!

Ops! Esta imagem não segue nossas diretrizes de conteúdo. Para continuar a publicação, tente removê-la ou carregar outra.


¡Cuánto extrañaba el grácil viento de las montañas! ¡La despreocupación de vivir como una campesina!

—¿Taña?—una voz conocida le habló desde la lejanía.

Ella no pudo creerlo. ¿Podría ser...? ¿Cómo podría?

—¡Taña!—cuando la voz volvió a llamarla, imprimiendo más fuerza, Tatiana miró colina abajo y descubrió la delgada silueta de su madre, con el cabello pelirrojo alborotado por el viento, una canasta de girasoles en el brazo y una gran sonrisa en su rostro—, ¡Taña, ven acá! ¡Ven con conmigo a pasear!

—¿Mamá?—Tatiana murmulló, con la voz atorada en su pecho. Cuando estrechó los ojos para mirarla con más claridad la mujer joven sonrió, mostrando las pecas de su rostro. Entonces Tatiana no pudo dudar—, ¡¿Mamá?! ¡¡Mamá!! ¡¡Mamá eres tú!!

Gritándole de alegría, la niña se echó a correr colina abajo, las lagrimas picándole en las mejillas y el sentimiento más vivo que había sentido jamás inundándole el pecho.

¡Era su madre! ¡Era ella! ¡Sonia estaba viva! ¡Su madre vivía!

—¡¡MAM-!! ¿Ah?

Tatiana paró a medio camino, entre lagrimas podía reconocer que aquella ya no era la figura de su madre, mientras más pasos daba, aquella mujer parecía más delgada y pequeña, con  el cabello menos brillante y con aquellos ojos...

Esos ojos no eran los cálidos ojos marrones de su madre, eran fríos y sin sentimientos. Unos ojos color aguamarina sin ninguna esperanza en ellos.

—Tú no eres...

Aquella era la Tatiana original, la que había muerto por su propia mano, devastada y olvidada por un mundo cruel.

—¿Por qué no puedo tenerlos?— la muchacha gimió, con la mano que Sonia había sostenido la canasta, ella sostenía una daga afilada. Con esos ojos grandes llenos de dolor miró a Tatiana y volvió a preguntarle, casi en un trance—, ¿por qué no puedo tener nada y ella sí? ¡¿Por qué no puedo?!

Tatiana dio dos pasos atrás, asustada. Pero una mano fría la paró.

—Sálvalos.

Al voltear, ella solo pudo ver a aquella joven delgada envuelta en un vestido blanco y sencillo, aunque parecía ser caro, era demasiado sencillo para ser de fiesta, el cabello rubio platino estaba revuelto por la brisa y le cubría el rostro, pero entre aquella maraña de cabello rizado ella pudo ver dos ojos aguamarina empapados en lagrimas.

¿Quién me convirtió en la hermana mayor de las princesas?Onde histórias criam vida. Descubra agora