42: La leyenda de un hombre

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—Nix. Nix, despierta. Tengo algo que decirte.

La voz de Elisa se coló en su sueño de pesadillas rojas y le hizo abrir los ojos. Le dolía todo.

—¿Qué?

—Ha estado aquí alguien.

—¿A qué te refieres?

—He notado una... presencia. Primero escuché como unos gritos de dolor. Luego alguien dijo "¿qué te han hecho?", y de repente, la sensación... Desapareció.

—¿Seguro que no era yo, quejándome y hablando en sueños? O Griffin.

Elisa el gorrión negó con la cabeza.

—Estoy segura. Griffin apareció justo después. Creo que él fue quién ahuyentó a la presencia.

—Creo que la estancia aquí y en forma de gorrión te está empezando a pasar factura, Elisa. Seguro que no fue nada.

Nix volvió a dejar caer la cabeza, esperando volver a sumirse en ese estado intermitente y soporífero en el que sentía que flotaba en un mar que le clavaba agujas cada vez que respiraba. Pese a todo, se volvía más soportable que estar despierto.

—Nix, hay otra cosa.

—¿Qué?

—Creo que Griffin colecciona órganos humanos.

Nix levantó la cabeza de golpe. Mala idea. Todo empezó a darle vueltas y las punzadas de dolor se le clavaron más hondo. Emitió un quejido entre dientes, ahogándose en su propio dolor, y luego empezó a respirar entre jadeos.

—¿Qué has dicho? —masculló, con el pecho subiendo y bajando.

—No puedes verlo, pero detrás de tu jaula hay una estantería. Está llena de órganos flotando en una especie de líquido verdoso. Querría habértelo dicho antes, pero acaban de devolverme el habla.

—¿Para que querría alguien como Griffin una colección de órganos?

—Creí que tú lo sabrías. He visto un corazón, y muchos que no sé identificar, pero no he visto ningún cerebro.

—¿Cómo sabes tú qué pinta tienen los cerebros y los corazones?

—Es culpa de Alix.

Había un deje de tristeza cuando Elisa pronunció ese nombre.

—Oh, pequeño gorrión. ¿Quieres saber para qué son los órganos? —inquirió la voz de Griffin desde algún punto incierto. A Nix su voz se le clavó en la cabeza y le hizo encogerse. No tenía las fuerzas suficientes para soportarle—. Te advierto que no te va a gustar.

Apareció de entre las sombras con su sonrisa pérfida y los ojos goteando petróleo. Las garras de sus manos se sacudían a un ritmo desacompasado con la transformación de su cabeza y su brazo izquierdo. Sacudió la mano con fuerza hasta que detuvo la transformación.

Elisa no le contestó. Retrocedió en la celda de Nix y se escondió tras su tobillo.

Griffin se acuclilló, buscando sus ojos a través de las oscuridades.

—Voy a contártela igual —decidió—. Verás, quizás eras muy pequeña entonces, pero entre 1887 y 1891 sacudió a Londres la leyenda de un hombre. De un asesino, más bien, que encontraba a sus víctimas de noche, en esquinas del barrio de Whitechapel, les desgarraba el rostro, el abdomen, a veces los genitales y las destripaba. Se llevaba distintas partes de ellas. Ellas eran prostitutas. Quizás te suene el nombre con el que le conoció la prensa; Jack el Destripador.

A Nix le sacudió un escalofrío al oírle pronunciar el nombre. No dijo nada más, porque los latidos de su corazón le dolían.

—Yo era Jack el Destripador. Un nombre divertido, ¿no crees? —Griffin mostró sus colmillos en una sonrisa tan siniestra como su historia—. La razón por la que lo hice fue porque fueron esos años cuando empecé a transformarme. Sin embargo, el poder, la magia de las Criaturas, absorbe mucha energía vital. Es exactamente lo que esos grilletes le hacen a tu amigo. Le absorben la energía, latido a latido. Pero como las Criaturas son invulnerables, no le mata, así que lo hará hasta que Nix se haya convertido en una cáscara vacía e inerte, que aún así, sigue respirando. Brillante, ¿no te parece? Pero nos estamos desviando del tema.

»Usé a esas chicas, esos despojos de vida, esas fracciones de humanidad que lo mismo vivían que no, mujeres que nadie echaría en falta y que solo ensuciaban las calles, y me alimenté de su energía vital. La posición en la que las encontraba la policía, los órganos y partes del cuerpo destripadas, las cartas escritas con sangre... No eran más que patrañas para alimentar el espectáculo. Ni una sola vez estuvieron a punto de pillarme. Les chupé a esas putas la vitalidad de la misma forma que planeo chupársela a Nix; al borde de la muerte. Solo hay una forma de arrancarle la energía a un corazón; en sus últimos latidos. Para eso primero hay que llevar a la gente a situaciones límite, para que mueran despacio y te dé tiempo a arrancarles lo único útil que tienen. Así sobreviví durante años, en un limbo entre mi humanidad y ser una Criatura, entre desistir y morirme, o matar y sobrevivir en una situación precaria.

—Si siempre vivimos a contrarreloj, lo suyo está en adelantarse —masculló Nix, como si hablara en sueños.

La sonrisa de Griffin se hizo más profunda.

—¿Ves? Él lo ha entendido. Ahora, mi pequeño gorrión, si tu curiosidad está satisfecha, tengo un misterio que resolver.

En cuánto Griffin se dio la vuelta Nix volvió a desmayarse y Elisa volvió a encontrarse sola, asustada, y en un cuerpo extraño. La historia, los órganos, las últimas frases, le habían revuelto el estómago. Se acurrucó sobre sí misma, estrechándose las alas agujereadas, y enterró su cabeza entre sus patas. Deseó que todo acabara, de alguna forma u otra.

***

Consejo del día: no sean como yo, sean responsables y así no se estresaran ni tendrán que encender el ordenador a las doce menos veinte de la noche porque no actualizaste pero fuiste lo suficientemente estúpida para poner un horario :)

Ah, eso, sí, sí, Griffin fue Jack el Destripador, ups, ¡sorpresa! ¿A que no os lo esperabáis? A mi yo de madrugada le encanta inventarse este tipo de cosas :).

En fin, deslicen para el siguiente capítulo.

Muac a todos vosotras, mis fénixes londinenses ;)

Cenizas en la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora