4: Sinkas, Pantera de color violeta

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Llegó a un palacete a las afueras de la ciudad que, a la vista de todo el mundo, estaba abandonado, tapado por enredaderas y malas hierbas que habían crecido de los parajes mal abonados que lo rodeaban. En realidad, se reservaba como vivienda durante las misiones para las criaturas mágicas como él que debían descender del cielo y aparecer en la Tierra.

Nix se miró en el espejo de la entrada, solo de rostro. Se frotó las mejillas para borrarse la sensación de las sonrisas empujándole los pómulos y de la cordialidad que le apretaba los dientes y le aprisionaba la lengua. Las presentaciones siempre eran lo más duro. Deseaba que llegara una época en la que ser él mismo le garantizara al menos una mirada de curiosidad y no tener nada más que rozar al misionado para que este se acercara por sí solo. Odiaba improvisar.

Se desprendió de la gabardina, que dejó en una percha a la que cubrían telarañas de polvo, y el sombrero encima. Se alejó del vestíbulo y los espejos en los que no podía evitar que sus ojos brillaran rojizos, y como las mujeres que se quitaban el corsé al finalizar el día, dio rienda suelta a su aura, que se desplegó de su cuerpo mortal y ocupó la habitación. El campo magnético de la Tierra le impedía mostrarse al completo, pues necesitaba de una gran cantidad de energía para romper las ligaduras y enlaces de su cuerpo humano. Era algo que almacenaba hasta la finalización de las misiones. Por ahora, se contentaba con que el salón, de paredes tan altas que su aura de fénix podía mostrarse como una débil sombra rojiza atada a sus talones, y cúpula de cristal, estuviera envuelto por tres paredes de estanterías repletas de libros que lo volvían todo mucho más interesante y relajado y cajones con material de dibujo.

Se acercó a una mesa de despacho, de caoba y roble que no usaba más que para descansar los pies, y cogió una hoja de papel y carboncillo de uno de los cajones. Se sentó en la silla de cojines de piel de bisonte y recordó el aspecto que tenía el invento de Alix Hudson, con los ojos abiertos y la cabeza esférica, justo antes de que explotara.

Se manchó los dedos cuando cogió el primer carboncillo y lo apoyó sobre el papel. Se dejó guiar por las líneas de su mente y los personajes que habitaban en su imaginación. Cuando terminó, tenía el borde de la mano con carboncillo diluido y los dedos ennegrecidos. Sostenía apenas un trozo de madera quemada que se había deshecho y descompuesto sobre la celulosa del papel, en el que se dibujaba una escena. El laboratorio de Alix, con las mesas a medio perfilar, los inventos a medio hacer y los aparatos desvencijados con las entrañas de metal degolladas. En el centro, la cabeza del androide con los ojos abiertos y la ranura de la boca cerrada. En la parte de cristal se podían entrever los engranajes y las bombillas que lo hacían funcionar. Y en frente suya, un Alix cubierto de hollín que contemplaba el invento con suma admiración y pleitesía y una Elisa sin colores que lo miraba de perfil mientras atendía más al que le hubiera gustado que fuera su verdadero prometido que a la máquina que era capaz de hablar.

Siguió dibujando hasta que se hizo de noche y ya no entraba luz por los ventanales. Hasta que la luz tuvo que venir de una lámpara de pintura verde y un aura violeta.

—¿Cómo ha ido la toma de contacto?

Una proyección del cuerpo humano de Sinkas, una de las nueve consejeras del Partenón, que había decidido abandonar sus ropajes violetas y ponerse un pantalón beige y una camisa blanca ribeteada con una pajarita negra, había aparecido delante de la mesa de Nix con los brazos cruzados. Él no levantó la mirada de sus dibujos.

—He tenido que improvisar. Pero no diría que ha ido mal.

—Odias improvisar —notó Sinkas.

—Lo sé.

—¿Qué piensas del chico?

—Que ya sé porque me lo habéis encomendado.

Sinkas se cambió de posición para ver sus dibujos desde su misma perspectiva. Cogió uno de los que se amontonaban en la esquina. Era un rostro medio humano medio robótico. La parte humana era la de Alix. La robótica, su androide.

Cenizas en la nocheTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang