Parte 2

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Veinte años

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Veinte años. Llevas veinte años huyendo con tu padre y tu hermana, de cuidad en cuidad, de vecindario en vecindario, de casa en casa. Cada año las cosas son diferentes, más difíciles y confusas para sobrellevar.

Un nudo surge en tu garganta al ver a tu pequeña hermana menor jugar en la bañera, con el cabello húmedo, pegado a sus mejillas sonrojadas por la alta temperatura del agua y la estancia.

La idea de protegerla siempre ha sobrepasado todo, como una prioridad. Proteger su pequeña e inocente cabecita del mundo cruel que hay en el exterior.

—Cariño, ya llegué.

—¡Papi! —grito tu hermana desde la bañera, estirando sus pequeñas manos infantiles en una petición escandalosa de que la llevaras con vuestro padre.

Sonreíste sutilmente, envolviendo a tu hermana en una toalla blanca y llevándola con el padre de ambas.

Desde que tenías recuerdo, tu padre siempre había sido cariñoso con las dos, las protegía de todo, y siempre parecía estar alerta.

Sabías que algo iba mal, ya estabas muy grande cómo para no saberlo, pero cada vez que le preguntabas a tu padre, éste se ponía a la defensiva, totalmente molesto.

Los ojos de la pequeña niña brillaron con emoción cuándo se encontró con vuestro padre en la cocina, mirando el celular y sosteniendo con su otro brazo una bolsa de papel llena de verduras, frutas y carnes.

—¡Papi!

—Aww, pequeña —murmuró el hombre de cabello castaño oscuro, tomando a la niña envuelta únicamente en una toalla. Besó su cabeza, y luego se volvió en dirección tuya, su hija mayor. Te abrazó y te besó la frente, con total afecto—. ¿Qué tal estuvo hoy?

Te encogiste de hombros, totalmente cansada. —Fue un buen día, Lilly se portó bien, y los gatos no causaron daños.

Tu padre apretó la quijada cuándo mencionaste los gatos—.Ya veo, estoy a punto de deshacerme de esos animales.

La pequeña niña negó, tomando la barbilla de su padre entre sus pequeñas manos para que la mirara. —No papi, los gatitos no.

El hombre giro los ojos con fastidio bromista e inofensivo, sintiendo cariño por lo amorosa que era su hija menor con los animales.

Sonreíste con cariño ante la actitud tan cálida de Lilly.

—Oh, por cierto, debo de salir esta noche, Lion me pagará por cubrir su turno en la cafetería ayer, ¿puedes cuidar de Lilly unas horas más?

Asentiste sin pensarlo mucho, después de todo era lo menos que podías hacer.

A tu mente vino lo que vistes mientras limpiabas la habitación de tu padre, un cargador de arma en la mesita de noche, y luego, un arma bajo la almohada misma.

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Where stories live. Discover now