Parte 8

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El viaje era tranquilo y silencioso

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El viaje era tranquilo y silencioso. El color rojizo del cielo parecía profundizarse con el intenso amarillento del sol.

Miles de recuerdos embriagaban tu cabeza, pero de alguna forma tenías tantas cosas en la misma que no podías enfocarte en ninguna.

Tus temerosos ojos navegaron descuidadamente hacía el hombre que conducía a tu lado, en total silencio.

Realizaba los cambios de marcha con total rapidez, manejando con una sola mano y apretando el volante con sus alargados y pálidos dedos.

"Tiene lindos dedos", pensaste para ti misma, sintiéndote molesta de inmediato. No debías de halagarlo, ni siquiera en tu propia mente.

Su cabello rubio parecía oro derretido gracias a la hermosa luz del ocaso, y sus ojos, serios y maduros, no se despegaban de la carretera, pareciendo contar muchas historias monótonas y vacías.

—¿Necesitas decir algo? —te preguntó, sintiendo tu intenso escrutinio sobre él.

Necesitabas decir muchas cosas, demasiadas. Necesitabas respuestas, desahogarte, o simplemente ser sincera contigo misma y escupirlo todo...

—Daikirai —soltaste inconscientemente, siendo aquel el posible resumen a todo lo que tenías dentro.

—¿Qué fue eso?

Su ceño fruncido, bañado en confusión, hizo que apretaras los labios.

—Japonés.

—¿Sabes japonés?

Tus ojos se desviaron de la carretera, posándolos en el atardecer. —Mi madre era japonesa.

Nanami no mencionó nada, y de alguna forma te agrado que no lo hiciera. A veces sus acciones aclaraban tu cabeza, pero solo por cortos y efímeros segundos.

El auto poco a poco comenzó a avanzar entre bosques y pequeñas carreteras solitarias. No parecían lugares peligrosos, sino más bien privados.

—Es una enorme propiedad privada, ¿no es así? —preguntaste, dedicándole una mirada aburrida a Nanami, quién asintió en silencio, sin apartar su mirada del camino.

Observaste los enormes arboles junto a la vía, siendo iluminados por los últimos rayos de sol. Era un día más que se iba, uno que no regresaría jamás.

A Lilly le gustaban los días soleados. Le gustaba jugar en el patio trasero de la casa, o simplemente ver los días a veranados desde la ventana.

Lilly era como el verano, tú te asimilabas más a un invierno, uno triste y enfurecido.

—Extraño a mi hermana.

Creíste que una vez más el rubio no diría nada, pero te sorprendió. —Todos extrañamos a alguien importante.

El poco de trayecto que quedaba lo pasaron ambos en silencio, para poco después simplemente llegar frente a una enorme casa de apariencia victoriana moderna.

Rectificando; Aquello era una mansión monumental.

Nanami estacionó, pero antes de permitirte salir, tomó tu mano, manteniéndote sentada. Le miraste de reojo, confundida y asustada. —Antes de salir ahí, tienes que saber un par de cosas; Uno, las mujeres elite de la mafia son terriblemente clasistas y prejuiciosas, si dices que tu padre no tiene donde caer muerto, y que has mantenido relaciones sexuales con anterioridad, prepárate para vivir el Armagedón. Dos, no te encuentres a solas con ningún tipo desconocido, no intentaran nada contigo, eso espero, pero si alguien te encuentra a solas con uno de ellos, tu tendrás problemas, mi jefe tendrá problemas, y por un demonio, yo tendré problemas.

Te quedaste con la boca abierta, mirándole a los ojos. —Es la primera vez que hablas tanto y tan rápido.

—Eres un dolor en... —gruño el varón cerrando los ojos fuertemente, con una mano aún en el volante y la otra sobre tu muñeca.

Tus ojos volaron a su agarre, sintiendo la calidez proveniente de su mano.

—Lo entiendo, te obedeceré.

Sus ojos se abrieron, pero no hubo agradecimiento en ellos.

—Bien —volvió a gruñir, soltando un suspiro apaciguado—. No salgas aun, te abriré la puerta.

Abriste la boca para decirle que no era necesario, pero el rubio cerró la puerta del conductor con fuerza antes de que pudieras decir algo.

Le viste rodear el auto, y luego abrirte la puerta al mismo tiempo que te extendía la mano.

—Quién diría que un secuestrador tendría detalles tan caballerosos con sus víctimas... —soltaste sarcásticamente, haciendo que Nanami rodara sus ojos, al borde de perder la poca paciencia que tenía. Tomaste su cálida mano, notando la abismal diferencia de tamaño entre la tuya y la suya—. Tienes manos muy grandes.

El soltó tu mano una vez que estuviste completamente de pie sobre el sólido suelo.

—Ahora puedes caminar sola.

Su mirada se desplazó sobre los autos continuos, y las personas a la distancia. A cada paso que daban ambos, podías ver cuán arreglados y bien vestidos estaban todos. Miraste el hermoso vestido en tu cuerpo, y sentiste que aquella no eras tu.

—Empiezo a presentir que venir fue un error.

Tu susurro hizo que Nanami te mirara de reojo. —¿Hasta ahora? —su tono sarcástico fue muy amargo para ti—. No hay nada que hacer ahora, nunca lo hubo, de hecho.

Tus pasos se hicieron rápidos junto a los de Nanami, quién te guiaba al interior de la enorme casa. Una vez adentro, tus ojos se maravillaron por la calidad de la decoración lujosa del interior.

Había mucha gente conversando entre sí, con meseros yendo de un lado a otro, sirviendo lujosas copas de vino y champagne.

—Odio el ambiente —susurró el rubio a tu lado, siendo totalmente sincero. Algo pincho en tu interior al ser consciente de que Nanami te habló con sinceridad sobre sí mismo. El cayó en consciencia de eso poco después, endureciendo el ceño.

Su mirada se desplazo sobre ti, totalmente caótico. Era guapo y masculino, derramando una esencia varonil que nunca habías notado en ningún otro chico.

"Nanami no es como cualquier otro chico. De hecho, Nanami no es un chico, es un hombre", pensaste mentalmente, entrecerrando tus ojos.

—Yo creo que también odio este ambiente —tu susurro fue muy bajo, casi silencioso. Los ojos del hombre te enfocaron rápidamente, en un gesto un poco más cómodo. Él no sonrió, pero su mirada se volvió más cálida, más pacífica.

El peso de las miradas corta de inmediato con el momento, haciendo que te concientices de las miradas intensas alrededor. Puedes sentir el peso de muchos sobre ambos, y no te equivocas. Varias mujeres te miran con algo parecido a la sospecha, mientras que algunos hombres lo hacen con curiosidad y lascivia.

La mano de Nanami viaja hasta tu espalda, esa parte nula en el intermedio de tus costillas.

Poco a poco los murmullos se alzan, y antes de que puedas preguntarle al hombre a tu lado de que se trata todo, ese que te ha tratado con distancia, educación y hostilidad, todo parece tornarse oscuro a tu alrededor con los comentarios que flotan en el aire.

Tus ojos van a los de Nanami, y sientes el peso de sus facciones endurecerse bajo la piel en sus mejillas.

"¿Quién es ella? ¿Su nuevo juguete? ¿Quién querría salir con el Enforcer de la mafia? Puede que termine muerta en los próximos días..."

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora