Parte 26

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Las niñas comían en el comedor mientras acariciabas el cabello de tu hermana

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Las niñas comían en el comedor mientras acariciabas el cabello de tu hermana. Había crecido hasta la parte mediana de su espalda, y parecía lucir más cuidado de lo que normalmente lo había tenido en casa.

También olía a flores, una suave fragancia que solo tienen las personas adineradas.

Tus ojos fueron a la mirada pacifica de Aria, detenida en la nada, posiblemente sumida en sus propios pensamientos.

—¿Te gusta la comida? —le preguntaste a la pequeña morena, extendiendo tu mano para acariciar sus largos rulos. Ella se tenso ante tu toque, pero se relajo al sentir como estirabas con cariño su cabello oscuro.

—Sabe bien —soltó en un susurro, metiendo otra pequeña cantidad de espagueti en su boca.

Lilly sonrió extensamente, posando su mirada entre ti y Aria.

Era un poco tarde, la noche hacia rato había caído, y las niñas apenas terminaban de cenar debido a que te habías tardado un poco en hacer la cena. No había rastros de Nanami, posiblemente porque estaría afuera en el porsche, sentado en la habitual mesa de madera.

Un escalofrió recorrió tu espalda al recordar sus palabras: —Más tarde te lo preguntare de nuevo, quizás seas sincera.

¿A que se refería? No podía pretender ir por ahí con esa confianza.

Sonreíste de medio lado ante el pensamiento. Quizás él debía ser sincero también, al menos por una sola vez.

La mano de Lilly sobre la tuya te saco de tus pensamientos, la miraste confundida, y la expresión en su rostro fue un dilema difícil de leer y descifrar.

—¿Q-que sucede?

Su suave mirada parecía perturbada, puesta sobre ti como si te pidiese ayuda. Eso te confundió.—Aria...

Tus ojos fueron hacia Aria, y la imagen te hizo levantar de golpe para ir hacia ella. Su mano sangraba, y las pequeñas gotas carmesí iban desde uno de sus dedos hasta su muñeca, creando un camino perturbador de ver.

—Aria, ¿Qué sucedió? ¿Cómo...? —preguntaste con la voz ahogada, sujetando su mano para observar la herida. 

Los pequeños cristales del vaso estaban rotos en un borde, como si solo se hubiese partido la parte superior del mismo.

¿En qué momento había sucedido aquello?

—Solo quería llevar el vaso al fregadero.

Su voz estaba temblorosa.

La tomaste con suavidad de la mano, y la llevaste al fregadero para lavar su mano y asegurarte de que ningún vidrio quedase dentro de su trigueña piel.

—Si te duele solo dímelo.

—No hice ruido, ¿verdad?

Miraste sus cristalizados ojos con el ceño fruncido. ¿Por qué lucia tan vulnerable y asustada por eso? Lo único preocupante de romper un vaso era herirte, no el ruido que hubieses provocado.

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Where stories live. Discover now