Parte 35

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Amar a alguien, nunca es fácil

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Amar a alguien, nunca es fácil...


—Mamá, ¿Qué es lo que te gusta más de papá? 

La amable señora sonrió con dulzura, acariciando la sedosa cabellera de su pequeña hija mayor. Amabas eran muy parecidas, en cuestiones de facciones tenían bastantes similitudes, y la mirada era prácticamente una gota de agua. 

—Me gusta mucho su... Carácter —soltó con lentitud la mujer, mirando vagamente los alrededores, sumida en el tranquilo clima tropical y el sonido lejano del océano.

De todas las cosas que su hija esperó escuchar, aquella fue la que menos creyó que su madre diría. No pudo entenderlo, no debido a su corta edad y la falta de experiencia en la vida.

—¿Su carácter?

La mujer asintió, sonriendo extensamente y achicando sus ojos debido al gesto. —Ajam.

—¿Por qué? 

¿Por qué? No sabía cómo explicarlo. El amar a alguien no es algo fácil de explicar, mucho menos de admitir, pero cuándo lo aceptas, te envuelves en una torrencial tormenta de emociones, y termina siendo algo difícil de explicar, o mejor dicho, algo totalmente inexplicable.

Amar a alguien, nunca es fácil...

—Porqué es fuerte, pero al mismo tiempo es dulce —susurró con una expresión suave, soñadora —, porqué no tiene miedo, y eso significa que siempre va a protegernos.

La niña miró al vacío, intentando responderse así misma la miles de incógnitas que brotaban de su joven cabeza. —¿Quieres mucho a papá, entones?

Su madre la miró con nostalgia, con ese tipo de mirada que denotaba lo ingenua que era su pequeña. —Lo quiero mucho, demasiado, tanto que no me lamento de nada.

La niña atrajo sus pequeñas piernas hasta su pecho, aún luciendo el infantil rostro confunso. —Mami, ¿algún día alguien va a quererme tanto cómo tú quieres a papi?

La mujer volvio a asentir, esta vez poniendose sobre sus pies mientras sujetaba el sombrero sobre su cabeza, ya que no quería que la brisa cálida se lo llevara. No quería perder uno de los muchos obsequios de su esposo. —Por supuesto que sí, cariño. Alguien te amará eso, y aún más. 

Las palabras de su madre eran sinceras, tanto que llegaron a cumplirse, sólo que nunca específico bajo que términos, y peor aún, bajo que circunstancias. 

. . .

Tus ojos se abren debido a la luz del sol, y sientes cómo una lágrima baja por tu rostro, humedeciendo tu mejilla.

El recuerdo aún permanece latente, convertido en un sueño que ahora se muestra incluso mientras duermes. La sensación te hace sentir un nudo en la garganta, uno que decides ignorar levantándote de la cama. 

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora