Parte 6

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Odiaba aquel lugar, pero, sobre todo, odiaba la mirada burlona y pesada del viejo frente a él

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Odiaba aquel lugar, pero, sobre todo, odiaba la mirada burlona y pesada del viejo frente a él.

—Espero que estés cuidando bien de mi hermosa princesa.

"Su hermosa princesa... Que maldito asco", pensó internamente el rubio, quitándose el saco para tomar asiento sobre una de las muchas sillas en la oficina del viejo.

—Es problemática.

El viejo soltó una pequeña carcajada. —No me sorprende, tiene el carácter de... —su mirada se endureció, sus ojos de diferentes tonalidades se tornaron oscuros, pesados.

Nanami no pasó por alto aquello, pero prefirió no mencionar nada. No sabía mucho del tema, y para ser sincero, mientras menos supiera mejor.

—En fin, después de todo no te llame para hablar sobre eso —"menos mal", soltó mentalmente Nanami, sarcástico—. Te llamé porqué necesito que la traigas, para la siguiente reunión social de la elite de la Nadretta.

—¿Quiere intimidarla?

El Sr. Gojo negó, haciendo un extraño ademán con la mano. —Para nada, quiero que conozca a Satoru.

Nanami se contuvo de rodar los ojos ante la mención del peliblanco. Le daba dolor de cabeza sólo de pensar en convivir con él. Estar en la misma estancia ya era una pesadilla de por sí.

Nanami asintió, importándole muy poco.

—La siguiente semana, ¿no es así?

—Octavio se contactará contigo para especificarte la hora y la fecha exacta.

—¿Y su vestimenta? No es cómo que me preocupe mucho traerla con la ropa masculina que tiene en la habitación, pero las mujeres de la elite...

El viejo asintió, con el ceño fruncido. —Sería una pesadilla traer a mí futura nuera vistiendo un par de jeans anchos y algunas camisetas holgadas. Octavio te entregara una caja al salir, todo fue selecto por mi esposa, Negara.

La expresión en el rostro de Nanami fue más serena, una preocupación menos de las miles que tenía.

—¿Tienes algo que informar al respecto?

Nanami negó, mirando al vacío. —Nada de importancia, sólo ha intentado matarme una vez, me mira cómo si fuera el monstruo más peligroso de todos, y posiblemente me odie a muerte. Nada nuevo de lo que recibo en todos mis trabajos.

El viejo soltó una risa divertida. —¿Sabes Kento? Estaba pensando en que... Cuando termines este trabajo, te pagaré el doble de lo acordado, para que encuentres una hermosa mujer con la cuál casarte. De alguna forma me gustaría que trabajaras siempre para mí, pero debes de querer una familia también.

Lo cierto era que Nanami nunca lo había pensado a profundidad, pero... Había algo en ello que le hacía sentir un poco cálido.

La soledad es tan fría y difícil, que cualquier asomo de sentimentalismo y cariño puede sentirse cómo el maldito paraíso.

—Perfecto, puede que encuentre a la mujer de mis sueños después de esta ocasión.

...

Todo el día Nanami había estado a fuera, desde la hora del desayuno, y ahora que había caído la noche habías logrado reunir la valentía necesaria para cruzar la puerta de salida, mas no para subir la alta valla del portón.

Tus pies se movían impacientes en el porsche delantero, yendo de un lado a otro.

Tomaste valor, y bajaste un par de escalones, hasta que escuchaste el sonido de un auto, y poco después, dos enormes a lumbreras justo frente a tu cara.

Eran las luces delanteras de un auto, mirándote fijamente.

La oportunidad se había ido.

Lo viste entrar, y luego el portón se cerró fuertemente.

Habrías huido, lo habrías hecho, de no ser por las amenazas del hombre que te mantenía presa, haciendo eco en tu cabeza.

—Eres obediente después de todo —murmuro, caminando hacia ti sin mucha prisa.

Un hilo fino de sudor recorrió tu nuca, navegando por toda tu espalda.

Un par de personas parecieron salir de la casa al frente, y por un par se segundos te miraron, un poco sospechosos.

Abriste tu boca para gritar, para pedir ayuda, pero...

—Adelante, hazlo —Nanami tenía un tono burlón, totalmente amenazante—. Grita y mira cómo a la gente le importa una mierda lo que yo te haga.

Tus ojos cristalizados se dirigieron a Nanami por voluntad propia, algo que pocas veces había pasado desde que le habías conocidos.

Su semblante masculino y remarcado lucia jovial, totalmente agresivo y vivo.

—Todos en este vecindario le deben a la Nadretta, todos son adictos o trabajadores de calidad asquerosamente baja. Aquí es donde la gente termina después de venderle su alma al diablo.

—Tu eres el diablo -soltaste sin poder contenerlo, entre dientes, sintiendo tu sangre arde.

Nanami te sonrió, de una forma escalofriante. —Yo no engaño a las personas, yo sólo les doy un poco de su fea realidad.

Le viste entrar a la casa sin más, con una tranquilidad asfixiantemente molesta.

Los vecinos del frente ya no estaban, posiblemente se habían adentrado a la casa nuevamente una vez que vieron al rubio.

Resignada, le seguiste hasta el interior, quedándote varios pasos tras él. Miraste su espalda ancha sobre la camisa azulada, totalmente pegada a sus bíceps y torso.

Sí eras sincera contigo misma, te parecía un hombre guapo. Tenía pinta de ser exitoso, no un secuestrador de la mafia.

—¿Qué edad tienes? —soltaste sin poder contener tus palabras, dándote cuenta del desliz poco después.

Nanami pareció ignorarte al principio, pero luego simplemente soltó un audible suspiro.

—Veintiocho.

—¿¡Veintiocho!?

La sorpresa en tu voz fue difícil de disimular.

—Hoy éstas hablando más...

—¿Qué puedo hacer? No tengo formas para escapar ni cosas importantes por hacer.

Él se giró lentamente, rodando los ojos en el camino. —Desecha la idea de escapar.

Ignoraste sus palabras sentándote en uno de los sillones de la pequeña sala de estar. Estabas tensa, pero decidiste suavizar un poco las cosas e intentar averiguar más de la persona frente a ti.

Claro, para hacer eso tenías que parecer... Cooperativa.

—Yo tengo veinte.

—Ya lo sabía.

Frunciste el ceño. —¿Que tanto sabes de mí?

—Mas de lo que me gustaría -suspiro el rubio, arremangándose las mangas de la camisa. No podían pasar más allá de sus antebrazos porque tenia demasiados músculos. Tragaste grueso ante eso. Podría matarte solo con sus manos.

—¿Eso quiere decir que sí hay cosas de mí que te gusto saber?

Nanami te dedico una mirada de ojos entrecerrados, un tipo de vistazo fulminante.

—¿Cuál es el punto?

—No sé cuál es el punto. No debe de tener un punto.

—Bien, cierra la boca.

Apretaste los labios con molestia.

Te quedaba claro; Nanami no hablaría contigo.

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Место, где живут истории. Откройте их для себя