Parte 16

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—No lo hare. No cambiaré de opinión.

Sus ojos sonríen, lo hacen bajo un rostro frío y monótono. Su mano viaja a tu cabello, acariciándolo con una suavidad extrañamente peligrosa.

—No me importa hasta donde hayas llegado antes, pero no soy suave —gruñe, apretando la raíz de tu cabello con brusquedad. Sueltas un jadeo por lo mismo, pero más que por dolor, es por excitación.

—Deja de subestimarme.

Tus manos se alzan, y antes de que él tenga oportunidad de decir algo, le desprendes de su toalla, dejándolo totalmente desnudo ante ti.

Tus ojos se agrandan. Nanami sonríe, esta vez sin disimularlo bien.

—Tus ojos no saben disimular.

Él se lanzó sobre ti, y sin esperar a que respondas algo, rasga tu camiseta, dejándote en sostén, el cual también desprende sin mucha paciencia. Tus pezones se endurecen, y por supuesto el los registra con una hambre tan aterradora que retuerce sus atractivas facciones.

Tenía una cara enseriecida de concentración, posiblemente intentando mantener la calma y el orden. Soltaste un pequeño suspiro, sintiendo tu rostro arder por la vergüenza. Él se tomo su tiempo para observarte, totalmente complacido.

Su áspera mano ahueco uno de tus pechos, haciendo que te arquearas levemente, pasando su pulgar sobre el pequeño botón. Jadeaste un poco fuerte, sorprendida por el intenso parpadeo de placer que te provoco solo aquella simple acción.

Él sonrió, inclinándose para besarte con dureza. Tu lengua se encontró con la suya, y las sensaciones apresaron fuertemente tu vientre. La forma en la que él parecía necesitar todo de ti, de tu boca y interior, su olor y cada sonido lascivo... Todo te estaba desarmando a una velocidad agonizante.

Nanami no era un hombre que sonriese de felicidad o amabilidad, pero sonreía de excitación, y sentirlo sonreír triunfante contra ti por ser consciente de la forma en la que te afectaba fue otro nivel.

Se arrancó bruscamente de ti y dirigió sus labios a tus pechos, haciendo que te arquearas contra su cara. Sus dientes apresaron tu piel levemente, provocando que gimieras de la manera más vergonzosa. Su mano se deslizo por sobre tu vientre, entrando en la cinturilla de tus pantalones.

Aquello te hizo tensarte levemente, pero sus palabras volvieron a tu cabeza; "—Es demasiado tarde para que ambos cambiemos de opinión.—"

Lamió tu garganta, distrayéndote del pensamiento, mientras que sus dedos iban cada vez más profundos entre tu ropa. ¿Cómo era tan ágil tocando?

Conteniendo la respiración, esperaste a que hundiera sus dedos en ti, antes de empezar a la acción real. Un jadeo salió de tus labios cuándo la yema de su pulgar presionó ligeramente contra tu clítoris.

Su boca volvió a tus pezones, y ésta vez sus ojos no abandonaron los tuyos. Los sentías pesados, el toque en tu intimidad te hacía sentir un placer extrañamente embriagador, pero querías sostener su mirada, mostrarle que no eras débil y que estabas a su nivel de aguante.

Él lanzo lamidas bruscas, al mismo tiempo que sumaba dedos a su toque, friccionando entre ellos.

Su masculino cuerpo sobre ti estaba tan tenso cómo una cuerda, su pecho agitado mientras luchaba por el control contra su propia bestia interior.

—Dime cuando vayas a venirte.

—¿Por qué?

Él mordió ligeramente tu pezón de nuevo, provocando que gritaras de placer. En lugar de responderte, él simplemente metió su brazo libre bajo tu cuerpo, desprendiéndote de tu pantalones cortos y tus bragas.

Completamente expuesta, temblaste.

Él se arrodillo frente a ti, ancho, musculoso y peligroso, mirándote como si fueras algo que quisiera devorar.

Tus ojos se dirigieron a su miembro, totalmente duro. Tragaste grueso.

Su toque siguió en tu zona, esta vez integrando su mano libre para utilizar uno de sus dedos en tu canal, entrando y saliendo. Comenzó a follarte con sus dedos, lentamente, suavemente, hasta que todo toque volvió a sentirse como una intensa punzada de placer.

Gemiste sin poder evitarlo cuando su toque se profundizo, yendo cada vez mas rápido. Tus paredes se estrecharon contra sus dedos, apretando tus piernas entre sí, atrapando sus manos en el camino.

Él las aparto rápidamente, poniéndose sobre ti, entre tus piernas.

El miedo apreto tu pecho cuando le sentiste totalmente sobre ti, desnudo y con la enorme cicatriz sobre su piel, además de que tenia una abultada ereccion que te partiría en dos.

Se apoyo sobre sus brazos, a ambos lado de tu cabeza, y se alineo. Nanami bajo su cabeza hasta que sus labios rozaron los tuyos. —No hay vuelta atrás.

Sostuviste su mirada mientras empujaba en ti, clavaste tus uñas en sus hombros, y ahogaste un jadeo. Para tu sorpresa, el bajo tanto su cuerpo hasta que estuvo más unido al tuyo, yendo lentamente, aprovechando las leves secuelas que habían quedado de tu clímax.

Apretó sus facciones, claramente conteniéndose. La lucha brillo en su rostro, quería estrellarse contra ti como un salvaje, podías verlo en sus ojos oscuros, pero había algo más.

Cerraste tus ojos, sintiendo un destello de algo irreconocible en tu interior. El vaivén de su cadera era suave, pero poco a poco comenzaba a tomar fuerza, posesividad.

Su mano te tomo de la barbilla, haciendo que abrieras tus ojos cansados y sobreexcitados.

—Abre tus ojos. Quiero que veas quien te está jodiendo ahora mismo.

Le sonreíste a Nanami, haciendo que su expresión brillara en algo similar al triunfo. Con la misma mano que sostenía tu barbilla, tomó tu muslo y lo cubrió sobre su musculoso trasero. Tomaste aquello como una invitación de rodearlo con tus piernas, apretándolo contra ti.

Su pecho estaba agitado, su respiración era baja y áspera. Sus movimientos fueron creciendo, más y más rápidos cada vez. Te aferraste a él, tratando de recibir correctamente todas sus embestidas, sintiendo como su cuerpo se tensaba para luego darle al tuyo la misma liberación.

Su rostro brillo con un placer descuidado, desmedido. Fue una vista asombrosa, como si por un breve instante Nanami te permitiera vislumbrar detrás de toda la fachada peligrosa y malhumorada que parecía habitar detrás de sus gruesos muros.

Te maravillaste al ver su rostro complacido, brutalmente guapo y sexy.

Sus ojos oscuros volvieron a los tuyos, y fue entonces cuando la breve conexión desapareció, oscureciéndolo todo de nuevo. 

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Where stories live. Discover now