Parte 14

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Hay sangre

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Hay sangre.

Sangre sobre todo el piso de cerámica.

Los floreros están quebrados , y pedazos de vidrio sobresalen en el suelo.

Tus ojos van a la figura inmovible de tu padre, tendido sobre el suelo y con el rostro casi irreconocible. A su lado Lilly llora, sosteniendo su inconsciente mano.

La escena te hace gritar, sin capacidad alguna de contener tus lágrimas.

A un lado se encuentra el viejo peliblanco, acompañado de su hijo, el peliblanco más joven de nombre Satoru, y al otro lado, un poco más atrás, Nanami.

Nanami... Tu única esperanza.

Intentas acercarte a él, pero algo no te lo permite, llevándote al suelo de inmediato, haciéndote mirarlo desde abajo. Apenas logras elevar un poco tu mano, sintiendo el dolor que cubre todo tu cuerpo, pidiéndole ayuda, pidiéndole que al menos proteja a Lilly.

—Nanami... Nanami, protégela...

El viejo y su hijo comienzan a reír desfiguradamente, de una forma horrorosa, y aunque Nanami no parece querer ayudarte, él no ríe con los otros, simplemente se mantiene expectante, mirándote tal como lo haría un rico a un perro de la calle.

Vuelves a llorar sin detenerte, sintiendo cómo alguien te llama a la distancia, empujando tu adolorido cuerpo.

Hey... Hey... ¡Hey!

Tus ojos se abren de golpe en medio de la oscuridad, intentando adaptarse al sutil brillo que quema tus adormilados ojos.

Tu mente vuelve en sí, y es ahí cuando caes en la consciencia; A sido todo un sueño.

Un suspiro tranquilo brota de tus labios, haciendo que te percates de otro pequeño detalle; Unas varoniles manos a la altura de tus antebrazos.

Tus ojos se aclaran un poco, borrando el resto de las lágrimas que quedaban en ellos, y es ahí en donde puedes enfocar mejor al hombre frente a ti.

—¿Estas bien?

Asientes lentamente, limpiando la humedad de las lágrimas sobre tus mejillas, llevando el dorso de tu mano hacía tu piel.

Su mirada parece precavida, y algo en su actitud es más flexible, como si realmente estuviese preocupado.

—¿Qué soñabas?

Aunque quisieras contarle, lo mejor es simplemente guardarlo. Desvías tu mirada de la suya para evitarle. Lo último que quieres es que lea tus expresiones y te lleve al límite para saber lo que pasaba por tu cabeza.

El rubio parece no querer insistir, así que simplemente se levanta y sale de la habitación, volviendo poco después con un vaso de agua.

Le agradeces el gesto, y te sorprende el hecho de que este siendo tan amable.

—¿Sobre qué era? —insiste una vez más, son contenerlo, con un tono más serio.

No entiendes cuál es su obsesión por saberlo, no después de todas las veces que te ha evitado de forma cruel y evidente.

—Yo... No puedo contarte.

Él asiente lentamente, mirando hacía el vacío. No parece especialmente interesado, pero si algo curioso. —Bien.

Simplemente se levanta, estirando sus piernas bajo el pantalón de vestir. De hecho, es curioso cómo nunca le has visto vistiendo ropa informal, siempre esta rodeada de esas prendas elegantes y formales.

Sus paso se acercan a la salida, pero antes de desaparecer, le detienes.

—Nanami... —tu susurro es lento, mirando su espalda fijamente.

Es difícil hablar con el cuándo ni siquiera entiendes lo que hay en tu interior.

—Sé que estaba en tus sueños. Te escuche llorar, decías mi nombre mientras lo hacías.

—¿Te preocupo dañarme en mi sueño? —la esperanza surca tus facciones.

—No, me preocupo que llorarás diciendo mi nombre como su fuese tu única salvación.

Su mirada fue blanda, cómo si algo en su interior estuviese siendo frágil y roto.

Es esa mirada que te daría una amiga cuando le cuentas que has quedado enamorada del mujeriego del curso, o cuando tus profesores te entregan la nota más baja después de que has tenido las mejores notas durante todo el año.

La sensación que te produce esa mirada es inagotable, y terriblemente dolorosa.

La luz del exterior se apaga, y resignada vuelves a recostarte sobre la cama.

Tus ojos quedan fijos sobre el oscuro techo.

"¿Qué siento?", te preguntas internamente, pensando en todo lo que ha sucedido.

Tienes miedo, eso es algo inevitable, pero de alguna forma solo quieres... rendirte.

Tus ojos caen pesados debido al sueño. Cuando vuelves a despertar el sol esta en su más y mejor afuera. Con pasos temblorosos te levantas, al mismo tiempo que caminas hacía el baño para lavarte la cara.

Unas tostadas y un jugo de durazno decoran el monótono comedor, así que lo bebes rápidamente, masticando únicamente una tostada ya que tu estomago se encuentra cerrado por la extraña sensación cansada.

El aburrimiento es asfixiante, así que buscas al alto rubio, identificándolo en el exterior de la casa, trabajando en su portátil. Siempre esta en el porsche, tecleando con rapidez.

Temerosamente te diriges ahí. Lo peor que puede pasar es que se levante y se marche, pero ya estas acostumbrada a su rechazo, además, después de todo ya nada puede empeorarlo.

Te sientas frente a él, al otro extremo de la mesita redonda que decora hogareñamente el porsche.

Sus ojos instintivamente van a ti, pero los ignorar mirando la monótona madera de la mesa. El sonido de las teclas se ha detenido, así que miras sus manos de reojo, confundida.

Elevas poco a poco tus mirada, y entonces vuelves a notarlo; Te mira fijamente.

"¿Tendré algo en la cara o solo es su desagrado habitual?", piensas internamente, llevando de forma disimulada una mano a tu rostro para palpar tu cara.

—¿Qué sucede?

Nanami niega, volviendo su mirada a la pantalla de la PC. —Nada.

Una mirada de lastima brilla en sus ojos oscuros, y aunque sueles ser un poco distraída y tímida puedes notarlo. Al contrario de lo que creíste, él parece no estar incomodo con tu presencia. De hecho, solo parece pensar en algo muy a profundidad.

Abres tu boca para decir algo, pero Nanami se adelanta, interrumpiéndote. —(T/N), ¿te gusto?

La pregunta te deja inmóvil. Decirle que no es lo conveniente, pero para ser sincera no quieres negarte. Nanami sigue siendo intimidante, no es como si pudieras olvidarte de todas sus acciones con un simple beso, pero desde ese entonces algo ha cambiado sutilmente.

Girando la cabeza para no mirarle, niegas lentamente.

—No siento nada por ti, no podría después de todo lo que has hecho.

Él asiente, apretando los labios.

—Bien, es bueno que no seas estúpida después de todo. 

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Where stories live. Discover now