Parte 42

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No tienes otra opción, despues de todo. 


El reflejo del vestido de novia en el espejo es hermoso, pero... Esa novia luce demasiado triste como para tenerlo puesto.

—Luces como una princesa.

La voz de Negara en algún espacio del extenso salón llega a tus oídos. El nudo en tu garganta te hace cerrar los ojos frustrada, pero el recuerdo vivido de los labios de Nanami sobre los tuyos hace que vuelvas a abrirlos de golpe para evitar el creciente sonrojo. 

—Muchas gracias, señora —sueltas con educacion, mientras la señorita Doussen te mira, observando cada detalle del vestido. 

—¿Te gusta el vestido?

—Es muy bonito... —sueltas en un susurro de contento fingido.

Los ojos filosas de la mujer no disimulan su descontento. —No te pregunte si te parecia bonito, te pregunte si te gustaba.

—No quiero ser maleducada, pero no creí que mi boda fuese a ser bajo dichas condiciones, así que para serle sincera me importa un comino el vestido que lleve puesto para ese día. 

Los jadeos de impresión por tus palabras no se hacen esperar, y a pesar de que utilizaste un tono educado, las palabras no dejaron de ser en extremo filosas. 

Olive a un par de metros te miró con los ojos muy grandes, bañados en terror.

La señorita Doussen no hizo más que mirarte duramente —Bien, entonces este será. Quitenselo y arreglen los detalles para la siguiente semana, por ahora traigan el vestido de gala para mañana —soltó, lo último para las mujeres que le acompañaban. Te desnudaron, apenas dejandote en ropa interior, y no pasaste por alto su mirada altiva y llena orgullo. Era una más de todos ellos, detestable.

Las ayudantes trajeron una caja en exceso lujusa, y de ella sacaron un vestido de seda, tan blanco como la nieve misma. Era hermoso, y dejaba a la vista tu espalda. —¿Será este el vestido para la fiesta de mañana? —preguntó con mirada ilusionada Negara.

—¿Se refiere a la despedida de solteros? Por supuesto, señora. 

Sabías algo al respecto de la celebración que se llevaría acabo en la mansión el día de mañana, pero no habías querido indagar nada al respecto. 

Negara buscó tu mirada y te sonrió con suavidad, pero no pudiste devolverle la sonrisa. Te colocaron el vestido con amabilidad, y tus ojos no pudieron apartarse del reflejo en el enorme espejo. Era, en definitiva, hermoso.

—Satoru podrá ver lo hermosa que es su prometido con este vestido. 

La sola mención del peliblanco te hizo decaer, pero el recuerdo de los oscuros ojos de Nanami recorriendote el cuerpo barrieron cualquier sentimiento de asco. Te enfocaste en el sentimiento, aferrandote lo más que pudieras, y no pudiste evitar pensar en el rubio, en lo que pensaría al verte vestida de esa forma, y en lo que te diría si estuvieran solos. 

Suprimiste la sonrisa que luchó por salir, porque aunque Nanami era un hombre de la mafia, totalmente reservado, malhumorado y bastante serio, seguía siendo un hombre, uno que cuando las cosas se calentaban no dudaba en tomar el mando. 

—Parece que la novia esta bastante emocionada con lucir su vestido...

La seriedad surco tus facciones ante las palabras de la diseñadora. No dijiste nada, temiste que no pudieras evitar contener el mar de pensamientos que te atacan en ese momento. Tu ropa original volvió, y eventualmente te dejaron libre de pruebas de vestimenta.

Fuiste en busqueda de Lilly, y el auto de Satoru estaba estacionado frente a la mansion. Estaba de pie hablando por telefono, y al verte corto la llamada, dirigiendose a ti sin darte la oportunidad alguna de huir. 

Aquel día que le habías conocido, te habia parecido algo guapo, y no tan desagradable como ahora, pero no era algo que podrías decirle en esa instante. Tal vez una vez que sucediera lo inevitable podrías darte el lujo de ser sincera, o tal vez te irías con eso hasta la tumba. 

—Hace un buen día, ¿no lo crees? —preguntó, con un tono que dejaba en evidencia su interes por fomar una conversación amena, aunque estaba más que claro lo difícil que se le hacía siquiera intentar ser amable. Gojo era demasiado altivo para tu gusto, y no era hasta ahora que habías podido notarlo. 

—Supongo, no es como que preste especial atención a ello. 

La mirada azulada de Satoru se vuelve exasperada, claramente molesta por tu falta de colaboracion.  —Por supuesto, vives en la ensoñacion de no aceptar la realidad que te cubre ahora.

Su cuerpo se acerca al tuyo tanto que apenas eres capaz de contenerte de golpearle.  —No tengo porque hacerlo, fingir que todo esto esta bien, cuando claramente no lo esta.

—Terminarás acostumbrandote —Satoru finge una sonrisa tensa, apenas contenida en furia. El olor de su loción llega a tu nariz, pero no remueve ni una sola fibra de tu sistema—. No tienes otra opción, después de todo.

Sus palabras te pinchan donde más te duele, y la sola idea de tener que compartir una vida a su lado te hace querer morir de inmediato. La desesperanza vuelve, y todo se tornar oscuro. La furia baña tus facciones, incapaz de seguirla ocultando, tanto que tus dientes chirrían entre sí. —Haré de tu vida una miseria.

Satoru se aparta, sonriendo con sorna. —Suerte con eso, no soy un hombre con paciencia, pero soy un hombre de la mafia a final de cuentas, y lo que es mío, hace lo que yo quiera —sus palabras son demandantes, y aunque sonríe con burla, hay un tono brusco y molesto al final de lo que dice—. No puedo esperar porque seas mi esposa, querida. 

—Eres un enfermo.

—Por supuesto. ¿Nuestros hijos tendrán tu color de ojos o los míos? 

La sola idea de tener que dar a luz sus hijos te hace sentir asqueada, incapaz de soportar la tortura de tener que compartir algo con Satoru.

—Me das asco.

Satoru se encoge de hombros, fingiendo desinteres. —Sé que me amarás.

Te contienes de escupirle, moviendo tus piernas en dirección contraria para escapar de sus asquerosas palabras. Tu cuerpo no puede contener la furia que despierta Satoru ante cada palabra que suelta, y lo único que eres capaz de hacer en ese justo instante es cerrar tus ojos y refugiarte en la seguridad de la habitación que te protege. 


Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora