Parte 45

1.8K 218 45
                                    


Un absurdo juego.

Durante el sexo habian ocasiones en las que Nanami no soportaba ver tus ojos, no porque fuera consciente de tus claros sentimientos, y la presion que eso conllevaba, sino porque cada que lo hacía, el vacio en su interior parecia llenarse con una esperanza que creyó muerta, totalmente extinta desde que se habia integrado en aquel mundo perdido y desolado de la mafia.

Miró desinteresadamente como peinabas algunos mechones rebeldes de tu cabello, evitando que quedara rastro alguno de lo que habian hecho en el baño, y sintio pesar por arrastrarte hacía aquello.

Era cierto, de alguna forma, que estaba repitiendo la historia que tus padres habian cometido, pero él no era tan egoista como para ponerte en una situacion peor. El Sr. Gojo podria perdonar una infidelidad con tal de crear la union de los yakuzas y la Nadretta, pero jamas podria perdonar que la historia volviese a repetirse.

Nanami no era un egoista, a pesar de que te queria solo para él.

Ambos dejaron el baño, pero tus ojos timidos, que buscaban en su mayoria evitar la mirada de Nanami, no pudieron ocultar el temor de ser descubiertos, a pesar de que ya habia pasado lo más peligroso de la noche. —No podemos entrar juntos, podrían sospecharlo.

—Nos hemos ido por un buen rato —tu boca tembló con ardua contencion, y la mirada de Nanami fue ha tus labios en un gesto despreocupado. Estaba actuando, lo unico que queria era sumergirte en aquel baño una vez más hasta aburrirse de follarte, algo que veia dificil que sucediese—. No te preocupes, conozco las rotaciones de vigilancia, nadie estaba en esta zona, y si vamos por diferentes pasillos nadie sospechara nada.

Asentiste, no menos preocupada por sus palabras. Diste un par de pasos hacía los pasillos que llevaban al salón principal, dónde se llevaba a cabo la celebración, pero el sentimiento desolado de dejar a Nanami te embargo. No querías que el tiempo pasara, que tu ausencia adentro comenzase a notarse con más evidencia. Querías que nadie te extrañara o estuviera al pendiente de ti. Querías quedarte ahí, con él, para siempre.

Como un síndrome de Estocolmo, como un amor que nace de adversidades crueles y estúpidas, pero innegablemente fuerte.

—Detesto todo esto.

Nanami asintió, sin prestar mucha atención. —Lo sé, yo también lo hago.

Negaste, aún dándole la espalda. Estabas a un par de metros suyos, apunto de irte, sin la menor intención de hacerlo en realidad. —No, me refiero, detesto no poder sentir la paz que siento contigo —soltaste sin pensártelo mucho. Nanami no dijo, solo se acercó a paso lento hacia ti, y con un nudo en el pecho estiró su mano para acariciar la suave piel de tu mejilla. No sonrió, no dijo nada, solo se mantuvo ahí, quieto por un par de segundos que no parecieron muy largos ni muy cortos.

El tiempo a su lado siempre era así, demasiado impreciso, incapaz de ser medido.

Agachó la mirada lentamente, y luego simplemente se apartó, yéndose en una dirección contraria a la tuya, como si hubiese sido un simple espejismo durante todo ese tiempo. Se fue como si nunca hubiese estado ahí, como si el rojo de tus labios se debiese a un simple labial y no a sus candentes besos. O como si tu cabello despeinado se debiese a una fuerte ventisca, y no al camino cálido de sus dedos entre tu cabellera.

De pronto no quedó nada, solo un vacío inagotable, y la idea de que siempre fuese así no hizo más que resquebrajarte más.

Volviste al salón principal, incapaz de hacer algo más que seguir la vida que ya tenías escrita. Los bailes continúan, la gente seguía riendo ajena a los problemas en tu interior, y el ruido marcaba un insoportable paso en la estancia.

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Where stories live. Discover now