Parte 48

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La traición no significa nada para mí. 


No sentías nada. 

Tu mirada fría y seca no era fingida, y tampoco lo sería nunca mientras siguieras en aquel lugar. El anciano frente a ti te tendió una fotografía que dudaste en tomar, hasta que la curiosidad fue lo suficiente como para no soportar no ver de cerca aquellos rostros medianamente conocidos, plasmados sobre el papel lúcido.  

El cabello oscuro y largo de tu madre brilló como un recuerdo fugaz, uno que cerca de únicamente haber sido visto por ti en persona, había sido un cabello que habías tocado desde que tenías memoria, mientras la peinabas y reías durante tu niñez. 

El rostro masculino de tu padre fue el siguiente en ser analizado, y el dolor en tu pecho fue incapaz de contener. Para aquel entonces era probable que tu padre ya no estuviera más entre los vivos, habías renunciado a cualquier esperanza desde aquel día de la última visita.

La pregunta ardió por salir, pero no lo hiciste, no lo harías, no le darías el gusto de verte aún más débil de lo que ya estabas.  

—¿No preguntarás por qué guardo esa fotografía de tus padres? 

Negaste, con los labios apretados. —Sinceramente no es cómo que me interese mucho saberlo.

—Puedo suponerlo —soltó con falsa desilución—. Son pocas las cosas que te importan en este hogar.

Tus ojos brillaron con un aire amenazador. La sonrisa sacarrona del viejo no fue un buen augurio, de hecho, nunca lo era. —¿Cuál es el punto?

—¿A que te refieres?

Siempre había un punto, todos ellos siempre atacaban con algo, soltaban un comentario plano que a la larga se volvía en una amenaza silenciosa. —No estoy de humor para juegos, usted sabe muy bien a lo que me refiero.

El viejo cuadro los hombros, y con voz grave soltó; —Será mejor que no intentes ninguna jugarreta durante la ceremonia, ni las semanas posteriores a ella. 

Sonreíste con burla. —Ni el resto de mi vida, aparentemente.

El anciano te miró fijamente, con una seriedad absoluta. —No exactamente, en algún momento de la vida podrás ser libre.

Intentaste suprimir el brillo esperanzador en tus ojos. Aquellas palabras habrían un camino extraño de alivio y curiosidad, pero nada podía ser tan perfecto. Siempre había un precio para pagar. —¿Que significa eso?

Su voz no tardó en venir, revelando un trato, una especie de negociación nada tranquilizadora. —Una vez que le des un hijo a Satoru podrás ser libre.

—Una vez que le de un hijo a Satoru podrán matarme, querrá decir.

No era del todo falso, y era una posibilidad. A final de cuentas era el líder de una banda criminal, podía esperarse casi cualquier cosa excepto un acto decente. —No matamos mujeres inocentes.

"No soy inocente" pensaste, pero contuviste las palabras dentro de tu boca. Cómo confiar en ellos despúes de todo. Imposible. 

—No puedo creerles.

—Sé que no lo harás, pero es la verdad. Aunque tendré que ser sincero contigo si quiero ganarme un buen puesto como suegro —bajaste la mirada, observando un poco más la fotografía entre tus manos antes de depositarla suavemente sobre la superficie lisa de una mesita de centro—. Satoru no permitirá que te vayas tan facilmente, pero admito que puedo ayudarte, y todo dependerá de tu actitud el tiempo que permanezcas acá.

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora