Parte 57 - Epílogo

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Osito.

Según los hombres que habían regresado, Gojo aceptó el tratado de paz casi de inmediato. Las negociaciones estaban sobre la mesa, firmadas y aceptadas, pero la imagen de Gojo se había vuelvo algo difuso después de aquello. Habían sido meses de oscuridad para la Nadretta, y lo seguirían siendo, mientras que para los japoneses todo había comenzado a vivir nuevamente, aún más con la noticia entre sus comunes de un nacimiento, un nuevo heredero asegurado.

—¿Quieres un chocolate?

La dulce voz de Aria te hizo sonreír entre cansada y ajetreada, recostada contra el sillón de la pequeña sala del departamento. Hacía un par de semanas te habías mudado junto a Nanami a un departamento cerca de la cuidad, en caso de que el bebé viniera antes de lo previsto, pero todo parecía apuntar que vendría en la fecha que el doctor había especificado.

—No cariño, come tú —susurraste con la voz rasposa, conteniendo un jadeo de dolor. Las contracciones aún eran tolerables, estabas segura de que no habías dilatado lo suficiente, pero en unas tres u cuatro horas podrías estar en una situación totalmente diferente—. ¿Dónde está Lilly?

Aria señaló en dirección a la habitación, yendo por unos pasillos. —Esta con Nanami preparando la maleta.

Asentiste, comprendiendo. Hiciste esfuerzo para ponerte de pie, y un pequeño malestar se instalado en tu espalda baja. Por supuesto, nada más claro que las caderas abriendo pasó a una cabeza humana.

Caminaste a pasó lento hacía la habitación, escuchando como Lilly le soltaba un millón de preguntas por segundo a Nanami, mientras que este solo podía responder "no" o "ujum" totalmente ajetreado. El rubio iba de un lado a otro empacando cosas en un bolso maternal, mantillas, pañales, toallitas húmedas, y conjuntos de bebé.

Te acercaste a él silenciosamente por detrás, observándolo doblar la pequeña ropita blanca para luego meterla al bolso. Le rodeaste la cintura con tus brazos, y aún así no fue suficiente porque tu barriga no lo permitía del todo. Nanami se congeló al sentirte atrás, intentando girarse para mirarte y quedar de frente a ti.

—¿Qué haces acá? Debes de descansar, pronte partiremos al hospital, ¿estas bien? ¿se mueve mucho osito?

Osito... Sonreíste con calidez al escuchar el apodo que le habían puesto ya que no sabían si era niño o niña, y llamarlo por un apodo cariñoso en lugar de un nombre fijo era la mejor opción.

—Osito esta bien, no creo que quiera salir, en realidad.

Nanami bufó, entre exasperado y nervioso. —Pues tiene que salir, y... —sus ojos fueron a Lilly, qué aún estaba en la habitación, mirándolos con grandes ojos curiosos y cálidos. Nanami contuvo sus palabras por tu hermana, carraspeando levemente— Ehm, Lilly, cariño, ¿quieres ir a jugar con Aria un rato? El abuelo y Johanna no tardarán en venir.

La pequeña pelirroja asintió, sonriendo mientras se ponía de pie aún sobre la cama y soltaba un par de brincos que hicieron que toda la ropa doblada por Nanami se volviera a desordenar. Eso no le importó al rubio, pues la tomó en brazos cuando se acercó y luego la deposito con cuidado sobre le suelo. La niña salió corriendo en dirección a la sala, dejándolos a ambos solos.

—¿Por qué tanta necesidad de que Lilly se fuera, eh?

—Osito tiene que salir porque ya no puedo soportarlo —soltó mientras tomaba tu rostro, como si estuviese exasperado, frustrado—. Me encanta hacer el amor contigo, eres mi esposa, y sé que lo que tenemos no es simplemente físico, así que hacerlo suave y lento es parte del trato, y lo amo, de verdad que lo amo, pero también quiero hacerlo sin que nos tengamos que contener, y... —sus mejillas estaban rojas, y su expresión era totalmente exaltada— No volveré a embarazarte nunca más, me haré la vasectomía, no pienso... —lo interrumpiste con una carcajada alta.

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Where stories live. Discover now