Parte 3

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La mente de Nanami iba a mil por hora mientras empujaba el cuerpo inconsciente de la chica en el interior del auto

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La mente de Nanami iba a mil por hora mientras empujaba el cuerpo inconsciente de la chica en el interior del auto. A menudo había pensado en el secuestro antes de llevarlo a cabo, y se sorprendió de ver que el rostro de la chica era incluso más bonito en persona.

La fotografía no le hacía justicia, pero de todas formas aquello no era relevante para su trabajo.

Él era un monstruo, tal vez no el peor, pero en definitiva lo era. Sus manos estaban llenas de sangre de una forma hipotética, había matado a muchas personas, no podía negarlo, y no quería hacerlo, porqué después de todo había aprendido que aquello le ayudaba para entender realmente quién era, y sobre todo, cuál era su posición en la sociedad.

Ni siquiera el cuerpo inconsciente en la parte trasera logró remover un poco su alma, porqué a final de cuentas era un secuestro, no debía de matarla o causarle daño.

Aunque pensándolo bien, para lo único que era bueno, era para matar.

El auto se puso en marcha, y según sus cálculos mentales tendrían que pasar unas tres horas para que la chica volviese a estar consciente.

Apretó el volante bajo sus alargados dedos. Las venas de sus manos se sobresaltaron, y sus labios tensos no parecieron despegarse el uno del otro durante todo el viaje.

Pequeñas gotas de lluvia comenzaron a caer sobre el cristal, empapando un poco su visión, teniendo que activar los limpiaparabrisas para así evitar un accidente o cualquier inconveniente.

Miró por el espejo retrovisor el cuerpo de la chica, totalmente cubierto. Vestía unos jeans comunes y una camiseta negra. No parecía ropa cómoda para estar en casa, pero tampoco parecía ser una chica que buscara esmerarse mucho en su imagen.

Soltó un suspiro largo, y antes de que se diera cuenta, ya había llegado al vecindario de mala muerte en dónde tendría resguardada a su víctima.

Sí, era un vecindario, a simple vista algo peligroso para mantener capturado a alguien, pero... Aquel no era el caso.

Dicho vecindario estaba lleno de consumidores, gente en estado exagerado de pobreza, y casas llenas de un desagradable ambiente de mala muerte. Nadie se preocuparía por escuchar gritos, ruegos y llantos. Todos en la zona tenían sus propios problemas.

Nanami estacionó en un pequeño garaje nada agradable. La casa que el Sr. Gojo le había indicado para llevar a cabo el retenimiento de la joven, le dejo un mal sabor.

Sí bien él ni siquiera tenía una casa propia, no por dificultades económicas, sino por motivo de trabajado continuó, supo que aquella pequeña casa, en definitiva, era un mal lugar para retener a alguien a quién no piensas dañar de ninguna forma.

Si bien estaba totalmente asegurada, tanto por el frente cómo por la parte trasera, tuvo preocupación de que la chica intentase hacer algo contra sí misma con tal de escapar de alguna forma.

Esa era una de las muchas razones por las que había estado reacio a hacer aquel trabajo.

"De no ser por el dinero...", se dijo a sí mismo mentalmente, abriendo la puerta trasera del auto para sacar el inconsciente cuerpo de la joven.

Observó levemente las voluptuosas copas del sostén, alzándose bajo la camisa negra sencilla. Aparto su mirada rápidamente, centrándola en los escalones que llevaban a la puerta principal.

Empujo la puerta con su cuerpo, y observo la estancia a su alrededor.

No, no estaba mal, pero definitivamente no era un buen lugar. Le restó importancia, después de todo sería solo un lugar temporal.

Camino hasta una de las habitaciones, ya que la pequeña casa sólo tenía dos, y dejo a la chica sobre la cama, estirando sus piernas y uniendo sus manos sobre su vientre.

La calidez de su cuerpo le hizo apartar las manos de golpe, cómo si la cálida piel de la chica quemara.

Nanami estaba frustrado, así que salió al porsche trasero de la casa para fumarse un cigarrillo. Sí, odiaba el asqueroso vicio, pero en situaciones cómo aquellas no había de otra.

Se sostuvo de la malla frente a sí mismo, con vista a otras casas cercanas y a una calle que rodeaba la pequeña propiedad.

La chica podría estar en ese porsche sin ser totalmente vista por la gente de afuera, ya que la distancia era la suficiente para no ser notada.

En alambre de púas sobre la enorme malla le tranquilizo, pues aquello significaba un lugar menos por dónde la chica podría escapar.

Un par de pasos cortos resonaron detrás del rubio cenizo, haciendo que se girara para buscar el proveedor de los extraños ruidos.

Dos perros grandes, con apariencia de raza rottweiler, se aparecieron frente a él, movimiento la pequeña cola hecha una bolita.

Se acerco a ellos, y les acaricio la cabeza con suavidad.

—River y Phoenix, hace mucho que no les veía cachorros.

Ambos perros empezaron a lamer sus manos, con total confianza.

Eran los perros de Saturo, el hijo del Sr. Gojo. Vivían ahí ya que en la cuidad solían vivir frustrados, tanto por el ruido de los autos como por las constantes visitas desconocidas del peliblanco más joven.

Nanami recordaba cuándo eran sólo unos cachorros, totalmente adoctrinados por rutinas salvajes y crueles, para asegurar protección y lealtad a sus dueños.

Sintió lastima por ellos. En un mundo como aquel, seguir las leyes era la única forma de sobrevivir.

El había seguido las leyes por un largo tiempo, pero en lugar de sentirse vivo, solo se sentía mas muerto.

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora