Parte 46

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Infiltrados.


Tus labios quedaron secos, junto con tu lengua y tu boca por completo. La mirada fría y seca de Satoru continuó hasta qué con una sonrisa falsa se disculpó con todos para salir en dirección a la salida junto con sus soldados. Era un líder, un futuro líder que al casarse contigo tendría que liderar a muchos, hombres y mujeres por igual.

Buscaste a Nanami con la mirada, pero era tarde, no había rastro suyo en ningún lado.

La fiesta continuó, hasta que la madrugada comenzó su camino, y poco a poco la gente comenzó a mermar. La ausencia del viejo fue evidentemente notoria, y poco después de eso la presencia de Olive a tu lado te hizo saber que ya era hora de marcharte a tu habitación.

Los pasillos de la enorme casa lucían desolados, silenciosos, como si el rastro de la fiesta nunca hubiese estado en ninguna esquina de la estancia. Tus pasos eran pacíficos, y los de Olive te seguían en silencio, apenas siendo perceptibles.

Aquello no era algo muy bueno, tanto silencio te daba el tiempo suficiente para sobrepensar las cosas, y en aquella posición no era nada bueno hacerlo.

—¿Olive?

—¿Sí, señorita?

—¿Qué sucedía afuera con los soldados? Parecían bastante nerviosos, y Satoru igual. ¿Sabes algo de eso? —preguntaste en un susurro, a lo que Olive no respondio de inmediato.

No parecía segura de hacerlo.

—Es probable que no deba de hablar de esto con usted, de hecho, ni siquiera yo debería de saberlo —susurró una vez que entraron a tu habitación. La silueta de Lilly estaba sobre tu cama, recostada con dulzura, abrazando un pequeño peluche de oso mientras se chupaba el dedo, dormida. Con cuidado le separaste el dedo de la boca, detestabas que mantuviera esa costumbre, a pesar de que era solo una niña pequeña.

Intentaste actuar normal, esperando a que Olive por sí misma comenzara narrando lo que pasaba, pero fue imposible observando la expresión que mantenía la sirvienta.

No pudiste evitar alarmarte. —Olive, ¿Qué pasa?

—Hay infiltrados en la mansión, o bueno, uno de los soldados lo era –la noticia te envío un escalofrío por toda la columna.

—¿Infiltrados? –tu voz no tembló, pero el tono impaciente y nervioso no tardó en aparecer.

—Sí, uno de los soldados que cubría un horario de guardia dentro de la casa lo era —soltó con voz temblorosa, con evidente miedo—. Es probable que pertenezca a los yakuzas, pero no podría asegúratelo, no sé nada de eso, no me criaron para saberlo.

No me criaron para saberlo... La realidad de todas las mujeres en aquel mundo. Las mujeres a fuera vivían oprimidas, de alguna u otra forma por la sociedad misma, pero las mujeres ahí adentro poseían un papel establecido desde su nacimiento, y fueses quien fueses no tenías salida de ese destino.

—¿Qué harán con el infiltrado?

La pregunta navegó libremente en el silencio de la habitación por un buen rato. Era estúpido preguntarlo, pero de cierta forma necesitabas esa respuesta.

—Para este entonces... es probable que ya este muerto, pero no podría saberlo con exactitud.

Lilly se quejó, removiéndose sobre la cama. Preferiste bajar la voz aun más, ya probablemente buscaría despertarse ante tu cotilleo.

Pensar en que alguien habría de estar muerto ahí afuera te dio escalofríos. Por supuesto, no sería la primera vez que matarían a un traidor de la Nadretta... El recuerdo te hizo un nudo en la garganta de inmediato.

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Where stories live. Discover now